Vista panorámica
Medina del Campo. Su origen y desarrollo
Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias

Historia de la Muy Noble, Muy Leal y Coronada Villa de
Medina del Campo
conforme a varios documentos y notas a ella pertinentes por

D. ILDEFONSO RODRÍGUEZ Y FERNÁNDEZ
Doctor en las Facultades de Sagrada Teología, Filosofía y Letras y Medicina, Catedrático de esta Facultad en la Universidad Central (antes en la de la Habana), Caballero de la Orden de Carlos III, etc.


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LIBRO TERCERO[1]

CAPÍTULO I

En que se van contando las razones y causas de la disminución de esta villa

Está soñando una persona un sueño de mucho deleite y gusto por que el él se vio muy favorecido de su Rey, que le hacía grandes mercedes y que con él tenía mucha privanza y muy querido y estimado de los caballeros de su corte; finalmente se vio muy entronizado y a este punto acabósele el humor que predominaba y despierta de su sueño y hállase  en su cama, y medio dormido, en cierta manera le parece que fue así, hasta que del todo acaba de despertar y vuelve al uso de su razón. Hecha de ver que fue sueño, de lo cual le queda su género de tristeza y pena, porque quiere que fuera verdad lo soñado. Digo, pues, que puedo hacer y muy a propósito esta similitud para mí, pues hasta ahora he estado metido en las grandezas, calidades y riquezas tan abundantes, que esta ilustre república ha tenido con los favores y mercedes que los católicos Reyes la hicieron y sus antepasados, como en sus capítulos va tomado, no soñado al compuesto, sino cerca y verdadero, pues quien saca las manos de escribir cosas tan grandiosas y abundantes que por esta villa han pasado, ¿cómo las meterá y tendrá corazón de la manera que el presente está Medina del Campo, que no de tristeza y melancolía, con más razón que al que despierta del sueño dicho? Verla tan desamparada de favores humanos para con su Rey y para sus consejeros, tan distraída su contratación, y riqueza tan del todo acabada, que no sé por dónde comience su disminución y asolamiento, que quien la conoció le pareció imposible. Esta república ha tenido ha tenido gran nombre en todo el mundo por la gran fama de su antigüedad y nobleza y su gran contratación, tan llena de vecindad y haciendas poderosas que cada día se iban ensanchando y abriendo calles de nuevo, edificando en ellas muchas y muy rocas casas y edificios que la ilustraban. Ver al presente tantos barrios y calles del todo deshechos, sin haber en ellos una sola casa; ver en las calles más principales las casas cerradas, que si el Ayuntamiento de ella no lo hubiera remediado, lo más de la villa estuviera deshecho y las casas derribadas, porque viendo los propietarios que no tenían provecho de ellas por falta de no haber gente que las ocupase dejándolas a los señores de los censos, y ellos, aprovechándose de algo vendían los despojos, y de esta manera se han deshecho gran suma de casas, y andaba este negocio tan vio, que los caballeros del Ayuntamiento no lo remediaban y atajaban sino con graves penas para que ninguno derribase casa ni edificio alguno, y así cesó; esto hubiera de ser antes  porque cerradas y deshechas faltan hoy en Medina al pie de dos mil quinientas casas, y esto es tan verdad como es verdad un testimonio autorizado que de esto se llevó el Concejo. Dicen que los autores deben ser verdaderos y atrevidos y que con estos dos pies han de caminar en sus historias con que el atrevimiento tenga a raya y media, de la cual tendré yo con el divino favor, y antes que entra a tratar de la disminución de esta república y por dónde comenzó, he querido poner primero los varones santos y virtuosos, grandes hombres de letras y en todas facultades grandes y valerosos soldados y capitanes, matronas, santas y virtuosas señoras de negocios poderosos que con sus haciendas han ilustrado esta villa con obras heroicas que en ella han fabricado de conventos, hospitales, capillas y mayorazgos que han fundado, que para la necesidad del presente hay no dejan de ayudar en algo, gastando sus rentas en esta villa.

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CAPÍTULO II

Que trata de las personas que se tienen por santas hijas de esta patria, como lo dirá la vida de casa uno.

Atrás queda dicho como el Santo Príncipe Hermenegildo, hijo del Rey Leovigildo, godo, se tiene por cosa cierta haber nacido en esta villa; hay en ella tradición de ello, y para certificarlo más, su padre, después que conquistó a Sarabris y la ganó a los romanos y a los españoles Vaceos, después que a los romanos echó de la tierra, quedando los españoles, residió con su corte en esta ciudad, en el cual tiempo nació este bienaventurado mártir, y viene bien el tiempo  de cuando su padre ganó a Sarabris con el de su martirio, y también apoya esto en no hallar su nacimiento en ningún Martirologio ni en ningún Flos Sanctorum  ni en los diálogos de San Gregorio, que trata de su vida y martirio, y no dice en ellos donde nació este santo, como parece en el lib. III, cap. XXXI, todo lo cual arguye haber nacido en esta villa y que merezca esta república tal lauro de haber nacido en ella un mártir tan glorioso y tan antiguo, aunque en cierta manera no lo merecía por haber sido los pasados tan descuidados y poco devotos en no haber hecho una iglesia o ermita a su devoción, que si la hubiera certificara más este intento, pero ya que los antiguos no lo hicieron fue bien que los presente le tuvieran por abogado por dos cosas: la primera por su santidad y méritos, y la segunda porque nuestro católico Rey Felipe III se titula Felipe Hermenegildo de Austria por haber nacido en su santo día y con su licencia. Digo que S.M. hubiera de haber hecho que fuera este santo mártir más conocido y solemnizado en España. Fue su martirio a 13 de Abril, porque atrás queda dicho algo de su vida y muerte y con michos Flos Sanctorum lo trata, no me largo aquí, y así lo quise poner el primero de los santos de esta patria par que un tan gran santo y mártir dé ilustro a todos los demás que se dirán.

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CAPÍTULO III

Que trata de la vida y santidad del santo Fr. Juan de Zazo

Tras de un gran santo como del que se ha escrito, es junto que le acompañe otro que lo asimile en virtudes y martirio como fue el santo Fr. Juan de Zuazo, fraile de la Orden del glorioso San Francisco, del cual trata la Crónica de este seráfico Padre, que nuevamente recopiló el muy doto Padre Fray Antonio Daza de la Orden, que por ser natural de esta villa es ben que semejantes flores que ella produjo se trate de ellas, pues nuestro Dios los transpuso en el divino plantel de su gloria y dice:

“Que por los años de 1550 floreció el Padre San Juan de Zuazo, fraile del glorioso San Francisco; en vida y milagros está en la Crónica dicha de este glorioso Patriarca, por cuya razón se pondrá aquí algo sumaria por estar allí más amplificada; fue este glorioso santo hijo de un caballero de esta villa, llamado Juan de Zuazo, mayorazgo de esta casa y apellido antiguos y muy ilustres de esta villa. Siendo de cierta edad cuando iba a la escuela y al estudio, infundió el Señor en él una caridad notable para su edad, porque el almuerzo y merienda que de daban decía a su ayo que n tenía gana que le diese a algún pobre; unas vedes a los que veía por las calles y otras a las casas de gentes pobres. Saliese a holgar con os niños de su edad gustando de los buenos niños, y como de natural y buena inclinación, aspiraba a cosas mayores y de virtud, sin que los demás niños lo viesen los dejaba embebidos en sus juegos y se iba a visitar pobres, procurando llevarles algún consuelo; otras veces una hizo esto: un niño que lo tenía en cuenta por verle hacer aquello otras veces, se fue tras é y le vio entraren casa de una mujer pobre y entró a ver lo que hacía y hallóle haciendo la cama de la buena mujer,  que estaba enferma; ya que había crecido en edad de poder subir a su caballo, su padre se le dio con pajes y lacayos que le acompañasen, y como había nacido para caballero de Cristo y no del mundo, por obedecer al padre lo hacía más que por gusto que tenía de ello, y así daba una vuelta por la villa y luego se salía al campo y a la parte donde mejor le parecía dejaba el caballo a los criados y metíase en una iglesia; otras veces en el campo, donde no fuese visto, y allí estaba orando y adorando al Señor y cada día creciendo en virtud y en santidad, de manera que quiso del todo darse a Dios y dejar el mundo, y sin que los padres lo supiesen se fue al monasterio de Nuestra Señora de Aniago, que es de los Cartujos, y está cinco leguas de esta villa, y allí pidió el habito y por ser tan niño se lo negaron; de allí se fue al monasterio del Albroso, Recoletos del seráfico Padre, y por la misma razón no se le dieron, al fin vino a tomar el hábito en la ilustre casa de la observancia de la misma Orden en la ciudad de Valladolid, donde profesó y acabó sus estudios, y con el santo celo que tenía de convertir infieles, ya que había cantado Misa en compañía de otros Padres de su Orden, se fue a visitar la Casa Santa, con ánimo valeroso de buscar ocasión en donde mereciese el lauro del martirio, y Dios, que paga tan santas intenciones, le dio las manos llenas para ello; habiendo visitado la Casa Santa se fue él y sus compañeros a la ciudad de Menfis, que ahora se llama El Cairo, donde el Soldán tiene su corte, y allí comenzó a predicar el Santo Evangelio con su fervor grandísimo, y como en aquella tierra es cosa tan inusitada respecto del maldito precepto de Mahoma, que mandó que su ley no se disputase, sino que por armas se sustente. Prendieron al santo y a sus compañeros, teniéndoles por locos, y mandó un juez que le diesen de comer muy bien por ver si era falta de sustento, y pasados ocho días los mandó traer a su presencia y les amonestó que mirasen lo que decían y que recibiese la secta de Mahoma y les haría muchas honras y buenas. Como los santos estuvieron firmes en su propósito, el juez los mandó volver  a la cárcel y que les diesen de comer miserablemente, y estando presos, sin caber cómo ni de qué manera, sino que fue ordenación del cielo, se vio libre de las prisiones y fue de la cárcel al santo Fray Juan de Zazo, el cual se fue a predicar a la plaza y allí lo mandó el juez martirizar, al cual le empalaron, estando allí predicando dos días, y visto esto, los moros, por quitar delante de sí un milagro tan grande, porque no edificase  a alguno, le cortaron la cabeza, y estando sin el cuerpo predicó un poco tiempo, que fue cosa e grande admiración. En esta sazón se hallaron en el Cairo unos mercaderes venecianos y rescataron la cabeza por un gran precio y la llevaron a la ciudad, donde hoy día la tienen en gran veneración; fue martirizado el año 1550. Este santo en el Bautismo se llamó Lope, y en la Confirmación mudó el nombre en Juan. En un altar de la capilla de sus padres en San Francisco de esta villa está el retrato del bulto, t D. Francisco de Zuazo, Obispo de Girona, deudo suyo, hizo una capilla a su advocación en San Francisco de dicha ciudad”.

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CAPÍTULO IV

Del martirio del Padre Fr. Sebastián de San José, fraile descalzo Josefita

Este glorioso mártir fue natural de la villa, nacido en nuestros tiempos, porque fue martirizado, de edad de cuarenta años, todos le conocíamos desde su niñez y su vida y virtudes desde su puericia  dieron siempre señales y premisas de su buen  fin y muerte gloriosa. Fue hijo de gente noble y rica y de tal virtud y ejemplo que les quiso Dios pagar con darles un hijo santo y mártir, y porque nuestra Madre la católica iglesia romana luego que un hijo suyo recibe el martirio por la fe de Jesucristo, le tiene por santo y le intitula por tal sin preceder las largas informaciones de muchos años que se suelen hacer por los santos confesores habiendo información bastante  de su martirio. Si le fuéremos nombrando santo en lo que se tratare de su vida y muerte, ninguno se maraville, que este privilegio de la Iglesia a los mártires gloriosos que padecieron por Jesucristo.

Su martirio fue de esta manera: habiendo llegado a gobernar a las islas Filipinas D. Juan de Silva, caballero del Hábito de Santiago, y teniendo noticia de la necesidad en el Maluco de un soldado que le defendiese y gobernase, eligió para esto al sargento mayor Cristóbal de Azcueta Menchaca, muy experimentado en ejercicios de guerra y muy afortunado en todos sus hechos,  como consta a todos los que están en Filipinas, y estando nombrado determinó llevar consigo religiosos descalzos del Señor San Francisco par que fundasen en aquella isla,. Por la mucha devoción que siempre han tenido a la dicha Religión y por el mucho fruto  que hacen en aquellas partes; pidiendo, pues, el Gobernador de Manila frailes para dicha fundación se los dio la provincia de San Gregorio enviando para esta nueva fundación cuatro religiosos, y por su Prelado al santo Fray Sebastián de San José, que con deseo de combatir al Rey de Ternate y a sus sangales y principales, que había traído presos a Manila el Gobernador anterior D. Pedro de Acuña, había aprendido mucho de la lengua malaya, que es general en todas aquellas islas, y convirtió  este santo a uno de estos sangales a nuestra santa fe, aunque el Rey y su hijo, como pertinaces, quedaron en su ceguedad.  Aceptó el santo esta jornada, aunque sus deseos le tiraban más de ir a Japón, donde le parecía había de hallar la piedra y margarita preciosa de él tan deseada, más como era tan obediente, sin replicar en nada, tomó la bendición de su Provincial, que lo era el P. Fray Marcos de Lisboa, y embarcose en compañía del General, llevando consigo y por compañeros a Fr. Cristóbal Ruiz, fraile lego, gran hospitalario en aquella fuerza de Ternate, y en otra fragata se embarcó el P. Gray José de San Jerónimo y Fr. Antonio de Santana, que con nuestro mártir lo fue también. El general llegó con su galera de salvamento a Ternate, más los de la fragata fueron en manos de unos corsarios holandeses, que los tuvieron cautivos tres semanas, haciéndoles muy malos tratamientos, hasta que nuestro Señor fue servido que los nuestros cautivaran al capitán de los holandeses con otros soldados, que se habían alargado por el mar, y siendo cautivos y rendidos tuvieron por bien de tocar unos por otros, y con esto vinieron los dos religiosos a verse con su santo comisario a Ternate, que ya estaba ocupado en obras de caridad, y habiendo gran consolación espiritual con la llegada de sus compañeros y con la divina traza que la majestad de Dios ordenó para rescatarlos, que en considerar estas misericordia se agora el juicio, dio luego orden con el General Azcueta y Menchaca cómo se edificase allí un convento e iglesia pobre donde pudiese él y sus compañeros albergarse y celebrarse los divinos Oficios y acudir con más comodidad al mayor aprovechamiento espiritual suyo y de los prójimos, y asimismo fundaron un Hospital par que se curasen españoles y naturales, y fue obra de gran provecho para los cuerpos y para las almas.

Estando el P. Fr. Sebastián, ocupado con sus compañeros  en estos santos ejercicios en la ciudad de Rosario del Maluco, determinó pasar a la isla de Mateo y predicar el Evangelio santo a los de aquella isla,  que los demás eran mahometanos. Pidió para ello licencia al General Azcueta, el cual se la negó al principio presentándole algunos inconvenientes y en especial la necesidad que allí había de su persona, más el santo le satisfizo de lo mucho que se había de servir a Dios nuestro Señor de aquella jornada y como el General le amaba y le reverenciaba por santo le concedió licencia, y el santo eligió por su compañero al P. Francisco Antonio de Santa Ana y se embarcaron en un navío de remos llamado chapán, que usan los chinos, llevando en compañía algunos indios cristianos y seis portugueses, llevando asimismo los santos lo necesario para su intentos y recaudo para decir Misa, y habiendo encomendado a Dios su viaje con largas oraciones y disciplinas, se embarcaron, despidiéndose del General y de muchos cristianos, capitanes y soldados con mucho sentimiento, y fue Dios servido que en breves días llegaron a la isla de Mateo, donde iban,  y dieron fondo en el puerto de Cauripa. Los portugueses que llevaron en su compañía sabían aquellas tierras y conocían los Reyezuelos de ella, porque acostumbraban a ir  por allí por bastimento par la isla de Ternate; éstos dieron  noticia al santo comisario como la Reina de aquella tierra había sido industriada para ser cristiana y que tenía gana de serlo; luego el santo, con un intérprete que llevó consigo, la fue a hablar y trataron de su bautizo, la cual le dio buenas palabras y nunca se vieron las obras y estando muy contento el santo de la afabilidad de la gente y del buen trato de la Reina, se despidió de ella, diciendo que por unos días se iría al Reino del Vool, donde confiaba en nuestro Señor que había de bautizar muchas almas, y que con brevedad daría la vuelta; despedido de la Reina se embarcó y se metió en el mar dos tiros de mosquete apartados de tierra.

Y estando allí surtos, aportó con ellos un capitán de la isla de Tagolanda, que está a ocho o diez leguas de la de Mateo, el cual con otros compañeros, que todos eran mahometanos, estuvieron presentes a todo lo que los santos habían hablado con la Reyna y con los de aquel pueblo, y parecióles que la Reina y los demás quedaban muy pagados de lo que el santo Fray Sebastián había concertado con ellos, y que a la vuelta de su viaje se habían de volver los cristianos, y por parecerles que harían un grande servicio a su falso profeta, tomóles Dios por instrumento para sus mártires, pues se llegaba muy cerca su hora. Embarcaron en una canoa para verse con los santos e impedir su intento con darles muerte; llegaron donde esteba él y les hizo buen acogimiento con obras y palabras amorosas encendidas con el divino amor, y el traidor del capitán, con falso pecho, les dijo que se volvería cristiano con que le hiciesen un fuerte en su isla de Tagolanda, y con esto se volverían cristianos todos, y un moro fingió ser cristiano y que se llamaba Pablo, al cual el buen santo abrazó con mucho amor y caridad, y estando tratanto en este engaño empezaron a tirar unos vacais, que son como dardos de cañas tostadas muy agudas, u quiso la majestad de Dios que no acertasen a ninguno de los que allí estaban, sino al santo Fr. Sebastián que con uno le dieron en el corazón, de suerte que luego cayó de muerte, diciendo tres veces el nombre de Jesús, llegaron con grande ímpetu a trastornar el pasaje y lo hicieron y dieron con todos los que en él estaban en el mar, junto con el bendito mártir, y por permisión del Señor se escaparon nadando el indio de Manila y el intérprete, para que fuesen testigos de lo que pasó.

Pareciendo a estos enemigos de nuestra santa fe que el santo no estaba muerto, le buscaron en el agua, le sacaron y le dieron con sus alfanjes hasta que expiró, que no se había acabado de morir; al cual desnudaron su santo hábito y le hallaron un áspero cilicio de hierro, y preguntaron los enemigos  si le traía para defender su persona, y no contentos con las crueldades  hechas le cortaron la cabeza y la pusieron por trofeo sobre la puerta de su casa; luego fueron al chapán donde estaba el santo Fr. Antonio de Santana y le llevaron preso a la isla de Tagolanda, donde le entregaron a las mujeres para que hiciesen justicia con él, las cuales le trajeron con una soga a la garganta por las calles, con mucha burla y mofa, diciendo que esta justicia se mandaba  hacer a los que iban a perturbar la secta de Mahoma; al fin con cuchillos se acabaron la vida, teniendo el bendito mártir una gran paciencia, levantando los ojos al cielo; luego le ataron unas piedras al cuerpo y le echaron al mar, y nunca se hundió y tres veces se acercó a la orilla; lo que más sucedió lo verá el curioso en la relación que tienen pos Padres Josefitas y la madre y parientes del Santo Dr. Sebastián, que está en esta villa. Confirmar la santidad de este glorioso mártir con una carta que cuando se quiso embarcar escribió desde la ciudad de Sevilla a una virtuosa monja de Ciudad-Rodrigo, por la cual la ruega le encomiende a nuestro Señor que la hace saber que él va con el ánimo de ser mártir de Jesucristo, y él fue profeta e sí mismo, porque la avisa en la carta el martirio que había de padecer, que en realidad de verdad fue el mismo que estás escrito; gran prueba de santidad. Esta carta la tiene en su poder el Provincial Fr. Alonso de Paz. Éste bendito mártir recibió el hábito de su Religión en el convento de Terralvo, cerca de Ciudad-Rodrigo.

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CAPÍTULO V

De la vida y muerte del P. Hernando Suárez de la Concha, de la Compañía de Jesús

El P. Hernando de Suárez de la Concha, de la Compañía de Jesús, fue natural de esta villa e hijo de padres muy hidalgos y nobles y hermano del Baylio de la Orden de Satiesteban de la ciudad de Florencia, Baltasar Suárez de la Concha, apostólico varón, el cual, con el gran celo que tenía de servir a Dios en su ministerio, gustó de pasar a las Indias de la Nueva España para hacer fruto de las almas de aquel Nuevo Mundo, así a las de los indios como a las de nuestros españoles; fue el Señor servido de darle tan gran fervor en su predicción que todos le tenían por un apóstol; ejercitábase en muchas obras de caridad, como eran visitar los Hospitales, consolando a los pobres y remediando muchas necesidades con su industria y diligencia, haciendo amistades con todo género de gente; acudían tantos a valerse de él para todas ocasiones, que no le dejaban un punto; tenía tales razones y palabras y tan eficaces, que a todos convencía, y así no emprendía cosa, por ardual y dificultosa que fuese, que no saliese con ella; tenía un amor y paz en su rostro y palabras tan suaves que a toda la ciudad de Méjico donde residía, y todo su contorno, tenía en su mano para salir con cuanto intentaba; su vida y trato fue tal como la testifica una carta que tienen los Padres de la Compañía de Jesús de esta villa, enviando por otros Pades de l ciudad de Méjico el año 1608, en la cual avisan de su santa vida y muerte. Llamóle Dios, en 1º de Octubre del año referido, y aunque va puesto en general sus dotes y virtudes, pareció que era bien decir algunas cosas particulares: murió a los ochenta años de su edad  y casi a cincuenta de hábito de la santa Compañía de Jesús y veinticinco años de asistencia en la provincia de Méjico; recibió el hábito en esta villa de Medina del Campo, de donde fue natural. Tenía puesto sobre la puerta de su aposento aquel dicho de San Pablo: “Ten cuenta contigo y con la doctrina”.  Y así lo hacía, que primero aprendía a su aprovechamiento y luego al de los prójimos. Fue muy dado a la oración, y fuera de la que por regla tenía en casa a la tarde, luego que acababa con su celda a tenerla hasta buena parte de la noche. Siempre a media noche, después de tomada su disciplina con notable espíritu  y fervor, rezaba los maitines, y tenía oración mental con tantos sollozos y suspiros que no podían excusar de advertirle los que justo a su aposento moraban, oyéndole algunas veces que prorrumpiendo en copiosas lágrimas y frecuentes suspiros, como si el corazón le reventara, no pudiendo ya con la abundancia del consuelo que nuestro Señor le comunicaba, daba voces y repetía muy a menudo: -Basta ya, Señor, basta ya.- Y acabada la oración se llegaba a quien advirtió que le había oído, y con humildad y encarecimiento le pedía no dijese nada de lo que había oído, y desde entonces andaba con más ciudado de retirarse a su oración a parte donde no fuese notado.

En su oración se acomodaba con el Oficio de la Iglesia: en tiempo de Pasión le veíamos triste y encogido con su singular silencio, después con gran júbilo u alegría. Tuvo particular  don en mover los ánimos a compasión y a devoción el Jueves y Viernes Santo, que se hacen procesiones de disciplina; tenía coloquios de larga devoción y los pasos de la Pasión con Estaciones muy afectuosas y provechosas al pueblo. Vez hubo en que con la fuerza del espíritu, no pudiéndose reprimir, tomó una corona de espinas que halló a mano y puesta sobre su cabeza, comenzó a razonar con tanta fuerza que a todos causó pavor singular. Resuelto en lágrimas y devoción hallóse un Jueves Santo en un pueblo que llaman Tepocolán, y estando toda la noche la iglesia llana de indios e indias, con sus velas encendidas asistiendo al Santísimo Sacramento; leíalos un libro con la lengua mejicana, y la devoción y las lágrimas con que hacía esto era de suerte que los indios no podían reprimirlas, y estaban tan atentos y devotos como si en su lengua oyeran algún famoso predicador.

Por otra parte, en las Pascuas, era tan grande su júbilo y alegría que parecía otro hombre; era muy devoto de la Cruz, y cuando de ella trataba movía a mucha devoción; tenía su aposento lleno de Cruces y de calaveras, que parecía un Calvario. El continuo ejercicio de su trato interior con Dios y su gran penitencia lo demostraba la amarillez de su rostro quebrado y descolorido; su cama era una dura tabla y un madero por almohada, aunque últimamente los Superiores le iban a la mano por su mucha vejez; tuvo muchos años una camisa de una manta muy áspera; andaba buscando nuevas penitencias para adelantare en ellas; traía un rayo por cilicio, esmeróse mucho en la humildad y paciencia, que siempre tuvo, y si en algunas palabras le parecía que había agraviado a alguno, luego se compungía y pedía perdón; era tanta su humildad que no quería que ninguno le barriese su aposento y le hiciese la cama; tenía las llaves de la portería, como si fuera novicio; con los niños se hacía niño y con los rudos rudo, para tener entrada a enseñarlos; la pobreza no sólo resplandeció en el pobre ajuar de su aposento, pobre cama, pobre mesa, pobres libros, sino también en el vestido pobre, llevando muy agriamente que le diesen cosa nueva y no recibiéndola sino cuando el Superior le obligaba; su trato era con la gente más pobre y abatida; íbase el corazón tras de ellos: visitaba las cárceles muy a menudo; pedía limosna para los presos; en las visitas generales que hacían los Virreyes hallábase en ellas para volver con los presos; algunos le decían dejase las llaves de la portería, contestando él, que bien parecía el mercader en su tienda y el oficial en su oficio; finalmente, en todo fue muy ejemplar y por estas virtudes le tenían todos por santo, y con este nombre pasó de este mundo a la vida eterna, haciendo gran sentimiento toda la ciudad de Méjico y cuantos le conocían; acudió tanto número de gente a la casa de la Compañía de Jesús,, que si np le guardaran, se tiene por cierto que no le dejaran ropa ni carne en todo su cuerpo. Por todo sea Dios loado. Amén.

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CAPÍTULO VI

Que trata de la vida y virtudes, santidad y milagros del venerable P. Fr. Juan de la Cruz

Al P. Fr. Juan de la Cruz le pudo hacer natural de Medina del Campo, porque aunque no nació en ella críose en ella desde muy chico. Llamóse en el siglo Juan de Yepes, fue hermano de Francisco de Yepes, cuya vida y santidad se pone en este libro; fueron los padres de estos siervos de Dios  gente de mucha virtud y méritos, y bien se puede creer, pues, de su buena enseñanza, y de su vergel salieron flores para trasponer el jardín del cielo tal como por sus vidas se verá.

Este varón de Dios se crió desde niño en el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, cuyo administrador fue Alonso Álvarez de Toledo; un caballero que con su hacienda se recogía servir a Dios y a los pobres, persona de mucha virtud. Estando sirviendo este bienaventurado a los pobres con gran caridad y amor, conociendo en él virtud y facultades el dicho Álvarez, le persuadió que estudiase la Gramática, y así lo hizo. Los ratos que le vacaban se iba al Colegio de la Compañía de Jesús, que estaba cerca, y allí la estudió con grandes muestras de virtud y amor de Dios.

Fue desde niño muy devoto de la Soberana Virgen nuestra Señora y recibió de ella muy particulares favores, y entre otros fue uno siendo niño. Holgándose con otros, cayó en un pozo, y cuando acudió gente a sacarle, habiendo pasado un buen rato,  entendiendo todos que estaba ahogado, le hallaron que le sustentaba el agua, y sin ninguna lesión le sacaron, y dijo que una Señora le sujetaba para que no se hundiese, y en otros muchos trabajos  que en el discurso de su vida tuvo, le acudió la santísima Virgen.

Ya que este siervo de Dios hubo acabado su estudio y se vio capaz de entrar en Religión, lo hizo, y como tan devoto de la santísima Virgen, escogió la Orden de Nuestra Señora del Carmen, y así tomó su santo hábito en Medina del Campo en el convento de Nuestra Señora de Santa Ana de la Orden del Carmen, y en el año del noviciado se ejercitó en las virtudes con gran fervor y cuidado; particularmente en los oficios más humildes y de mayor trabajo, fue muy devoto del Santísimo Sacramento, y así su gusto era gastar todas las mañanas en ayudar a Misa a los religiosos, con gran devoción de su alma.

Procuró siempre la soledad y el retiro para poder mejor vacar en la oración, en la cual aprovechó mucho en la virtud; al cabo del año hizo profesión con mucho fervor de espíritu  y se mudo el nombre, llamándose Juan de la Cruz por mucha vocación que tenía por la Cruz y con los trabajos.

Procuró mucho ejercitarse en la vida primitiva de la orden de Nuestra Señora del Carmen, aunque había profesado la vida mitigada. Ejercitóse lo posible en ella en penitencia, mortificación, silencio y recogimiento, y con su ejemplo edificaba a otros y le tenían tanto respeto y veneración, que delante de él se componían los demás religiosos y no osaban hacer ni decir cosa reprensible.

Habiéndole enviado su Prelado a estudiar la Teología a Salamanca, dio allí muy singular ejemplo de virtud, acrecentando sus ásperas penitencias y sus mortificaciones; sus ayunos eran los de la Regla primitiva, y es la mayor parte del año; las disciplinas continuas y rigurosas, los cilicios asperísimos, y entre otros, trazó a raíz de las carnes un jubón hecho de esparto, anudado y unos carfuelles de lo mismo. Era tan grande el ejemplo que daba de virtud en todo género, que con ser mozo y no estar ordenado de sacerdote, le tenían todos los religiosos gran veneración. Acabados sus estudios se volvió al convento de Medina con mayores deseos de la vida solitaria, y así trató de pasarse a la Cartuja y en este tiempo llegó a esta villa la Madre Teresa a fundar el convento de sus monjas, y teniendo noticia de este venerable Padre y de sus grandes virtudes, procuró verle y comunicarle. Hízolo y quedó con grande estima de él y le persuadió a que procurase levantar una reformación que guardase la Regla primitiva de frailes, como la santa iba levantando la de monjas; condescendió con esto, movido de Dios, por orden de la Madre Teresa de Jesús.

Un caballero llamado D. Rafael de Ávila les dio una casa que tenía en un lugar llamado Duruelo para fundar en ella la primera casa de Padres primitivos de Nuestra Señora del Carmen, la cual el P. Fr. Juan de la Cruz la fundó y fue el primero que se vistió de sayal y la Casa primera de esta orden santa.

Después de fundado este monasterio por este Padre, se fundaron en castilla el de Mancera y el de Pastrana, y en Alcalá de Henares y en otras partes, y luego pasó a Andalucía, donde fundó el del Calvario, Baeza, Granada, en todas las cuales fue Prelado y se vivió en ellas en gran perfección de la vida primitiva.

Resplandecieron en este Padre las tres virtudes teologales, en grado heroico, porque tuvo siempre una fe tan viva y hablada tan altamente de ella como si la viera. Con esta fe se consolaba en sus sequedades, y muchos hombres graves decían que su gran fe le tenía siempre abrazado con Dios y desasido de las criaturas.

En la esperanza que siempre tuvo, abrazada con la fe, se veían con él cosas maravillosas, y era tan fervorosa la esperanza que tenía en Dios, que decían muchas veces: - ¡Oh esperanza del cielo! ¿Oh que tanto alcanzas cuanto esperas!- Y con esta esperanza en las partes donde fue Prelado tuvo siempre sus Casas muy proveídas, sin distracción de los religiosos, y solía decir que si sus frailes fuesen hombres de espera en Dios, no había menester otra diligencia para sustentarlos; experimentóse en algunas Casas este fruto de la confianza, porque entrando sus religiosos al refectorio muchas veces sin tener que comer, traían a la portería lo necesario, sin saber algunas vedes quien lo traía y esto se vio algunas ocasiones en el Calvario y en Granada. Fu caridad fue en grado perfectísimo y el amor de Dios tan apoderado de su alma, que sus palabras eran siempre de Dios y encendía en ellas en su amor a las personas con quien trataba.

Cuando trataba las cosas espirituales con personas de afuera, por el peligro que tenia de elevarse, usaba de algunos despertadores que le causaban dolor para despertarle;  esto tenía experimentado la Madre teres y decía que no se podía hablar de Dios con él porque luego se transportaba.

Tuvo particular don de Dios contra los demonios que entraban en los cuerpos, y para conocer la licencia que tenía de Dios para atormentarles y los medios por donde habían de ser espelidos, de lo cual se vieron raros ejemplos, y el mismo dominio tuvo, sobre las nueves y tempestades y dominios que las causaban, y deshacía estas tempestades con tanta facilidad, que parecía que le había dado Dios dominio sobre el aire y sobre el fuego.

Tuvo un fervoroso deseo de tener siempre trabajos, y deseó mucho padecerlos por Dios, y decía que ya que no le concedía Dios ser mártir de sangre, deseaba serlo de trabajos, y que no envidiaba tanto a los mártires el premio que alcanzaron, cuanto el haber padecido por Dios tantos tormentos. La humildad suya fue tan grande, que pidió a Dios que no le dejase morir Prelado, por ejercitar la virtud de la obediencia y la humildad como súbdito, y que le diese que padecer por su amor en esta vida, y que no muriese donde fuese conocido, para que ni en vida ni en muerte le honrasen; y estando una noche en oración, en el convento de Segovia, le habló un Crucifijo, y le dijo: -Fr. Juan, ¿qué quieres que te conceda por el servicio que me has hecho?- Y él respondió: Señor, que me des trabajo que padecer por tu amor y que sea menospreciado de todos.- En la áspera penitencia, observancia en ser magnánimo y constante en su modestia, fue por excelencia aventajado, y en todas las demás virtudes.

La virtud de la paciencia fue singular en él, llevando con tolerancia las coas adversas, trabajos interiores y exteriores, de esta paciencia, dio maravillosos ejemplos: uno fue cuando le prendieron los Padres Calzados del Paño en Toledo, porque no quiso obedecer algunas ordenaciones, de un Capítulo que hicieron los Padres del Paño allá en Plasencia de Italia, habiéndole sido mandado  que no las obedeciera por el P. Fray Pedro Fernández, Visitador Apostólico de la dicha Orden, y del Nuncio de Su Santidad de España; lleváronle al convento de Toledo, a donde le tuvieron nueve meses en prisión muy estrecha, tratándole por inobediente, dándole por ello muchas penitencias, las cuales sufrió con mucha paciencia y mansedumbre. En esta prisión fue muy favorecido de Nuestra Señora la Virgen, y la octava de su Asunción, estando cerrada la puerta de la cárcel con dos llaves, le sacó la Virgen por una parte muy alta y dificultosa y auque se ofrecieron en esto grandes dificultades, casi imposible de vencer, de todas le libró la soberana Virgen y le puso en salvo.

Estando retirado en el convento de la Peñuela, por ser parte solitaria y de poca frecuencia, le sobrevino una enfermedad en una pierna, que para curársela le quisieron llevar a su convento de Baeza, el cual lo resistió por no ir a parte donde le regalasen y así eligió para ello que le llevasen a Úbeda, donde no tenía conocidos ni había comodidades para ser curado, porque siempre escogió lo que fuera de mayor trabajo y penalidad. Agravándose la enfermedad, recibió los Sacramentos con mucha devoción  y pidió perdón con gran humildad a los que allí habían ejercitado su paciencia. El día que murió dijo, que a las doce de la noche había de ir a Maitines al cielo, y llegando la hora de su muerte, después de haber hecho fervorosos actos de virtud, poro antes de la hora que había señalado, tomó un Cristo en la mano y regalándose con él dijo: -In manus tuas, Domine, comendo espiritum meum- con las cuales palabras expiró a 13 de Diciembre de 1591, quedando su rostro tan alegre, que consolaba a los que le miraban.

Acabando de expitrar, se notó un olor precioso en su celda y algunas iluminaciones sobrenaturales: obrço la Majestad de dios por el muchos milagros, los cuales no refiero porque ya van en la probanza que para su beatificación se ha hecho en esta villa y otras partes por un Padre de su propio nombre, natural de esta villa y eminente predicador a quien se encomendó hacer esta probananza.

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CAPÍTULO VII

De la vida y muerte del Hermano Yepes, su hermano

Dícese que en viviendo el hombre diez años en su casa y familia en cualquier república, que las leyes le naturalizan para gozar de todo lo que gozan los naturales que vivieron en ella, y por esta razón pongo por natural de ella al Hermano Francisco de Yepes,  que vivió en ella más de cuarenta años con su mujer e hijos. Este varón fue un hombre que por su grande humildad y virtudes que tuvo, merece que se haga memoria de él esta historia y en la que de su vida y milagros está recopilando el Rdº. P. Fr. José de Velasco, religioso de la Orden de Muestra Señora del Carmen, que hoy reside en esta villa; fue natural de la villa de Fontiveros,  hijo de padres honrados y virtuosos, de buena fama y costumbres, y pueden ser estimados, pues les dio el Señor dos hijos de tanta virtud, que el uno fue el O. Fr. Juan de la Cruz, de quien acabo de escribir su vida; está su cuerpo, o mucha parte de él, en la ciudad de Segovia, y parte de çel quedó en el convento del sitio donde murió en la dicha ciudad de Segovia, por una señora llamada Dª. Ana de Peñalosa, que fue mujer del oidor, en la ciudad de granada; tomó el hábito del Paño en esta villa y en Mancera el de Descalzo. El Hermano Francisco Yepes, que fue tejedor de toscal, el cual a este oficio se sujetó con mucha cristiandad y celo del amor de Dios continuando mucho con los Padres de la Compañía de Jesús y entre ellos con un santo religioso que tuvo por confesor, que llamó el P. Cazo, persona de gran vida y ejemplo, y se ha echado de ver por los hijos e hijas que tuvo, que con la doctrina que les enseñaba dejó en esta villa virtuosas almas, con el cual aprendió el Cristus del A.B.C. espiritual, hasta que murió este santo religioso, y algunos años después se confesó con otro Padre de esta Religión hasta que le sucedió una jornada a la ciudad de Granada, que fue a ver al santo hermano. Para este camino le ayudaron los Padres del Carmen de esta villa, y le socorrieron con dinero y lo necesario para su camino; estuvo en la ida y vuelta algunos meses, y cuando vino comunicó y trató con los Padres de este convento, que son de mucho ejemplo, de la misma continuación y manera que lo hacía en la Compañía de Jesús, y tuvo que confesar al Padre que escribe su vida, religioso de mucha virtud y santidad. Fue hombre de mucha oración, confesaba y comulgaba cada día con acuerdo de su confesor; usó el Señor con çel muchas maravillas y milagros, y bien pudiera poner aquí algunos, pero porque se que está en buenas manos lo que se escribe de su Vida, no he querido comenzar yo lo que es razón que de comenzar acabe muy cumplidamente, como espero en Dios lo hará quien lo ha comenzado. Sólo diré su muerte, que cuando le llamó Dios se le llenó la casa de gente virtuosa, así de hombres como mujeres, que le fueron a ver morir y a que les encomendase a Dios y recibir su bendición, que fue de mucho consuelo para ellos; habiendo expirado fue la Majestad de Dios servido de honrar a su siervo, de suerte que sin ser llamado Cabildo de la Iglesia mayor, hizo funeral y le enterraron capitularmente, y las más Cofradías de la villa le acompañaron y toda la nobleza del pueblo con muchas hachas y cera que personas devotas enviaron para su entierro; mandóse enterrar en el convento de Nuestra Señora del Carmen y los Padres le dieron muy honrada sepultura; hubo mucho cuidado en que no le cortasen los hábitos en que estaba amortajado, ni la carne, aunque por mucho que hicieron le faltó un dedo y una oreja y parte de un costado; fue su muerte en postrero de Noviembre, año de 1607. Los religiosos de esta Casa, pasados cinco años, trasladaron sus huesos a la capilla del Crucifijo que está en el claustro de su casa, con mucha solemnidad de los divinos Oficios y sermón, con gran concurso de gente que se halló en su traslación; permita el Señor que este bendito y los demás santos aquí puestos, que están gozando de su Majestad, le rueguen por su patria y por los moradores de ella, que les da aumento de gracia y de bienestar temporales y espirituales en que sea más servido.

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CAPÍTULO VIII

De la vida santa del P. Fr. Juan de Hormaza

Este Padre es de la orden del glorioso Santo Domingo, que según lo que se sabe vive hoy y reside en las Indias en la Nueva Segovia. En toda su Orden le tienen por santo por ser su humildad muy profunda y por la gran doctrina con que enseña en aquellas partes, y ejemplo de su buena vida y la gran caridad que tiene con enfermos y con todos, y en especial con los indios de la tierra que no le dejan un punto para que les catequice en la santa fe de Cristo, y los bautizados, para que les instruya en ella y les de documentos de amor de Dios; lo que se puede contar de él para premisas de que sea tal siervo de Dios, es que antes que muriese su madre en esta villa, que abajo diré quienes fueron sus padres, le envió a rogar le mandase una faja de grana del poluo (o polvo) para el estómago, que se sentía enfermo de él, habiendo en la parte donde residía mucha cantidad de estos paños, porque la mejor mercadería para aquellas partes con granas de polvo, y quiso más enviarla a pedir a su madre que pedirla él ni dar a entender que la tenía necesidad, porque es cosa cierta que él no hubiera buscado cuando le dieran muchas, por lo que se puede colegir su sinceridad de ánimo en poca codicia, que aunque parece esto en sí cosa menuda arguye mucha humildad y dejamiento de las cosas del mundo; dícese también que de unos lugares comarcanos donde reside, l vinieron a pedir ciertos adornos para un altar, y que acertó a no tener más que los que çel había menester, y él se sintió muy desconsolado por no podérselos dar; pidieron otra cosa y no la tuvo para dársela, de lo cual se desconsolaron mucho los mensajeros y gustaban de llevar algo de sus manos, pidiéndole que les diera algo de una huerta que tenía; mandóles entrar en ella y que tomasen lo que quisieran, y de ella cogieron algunas flores y verduras, y se despidieron de él con su bendición; es por cosa cierta que fue tanta la devoción que se tuco con lo que llevaron, que hizo nuestro Señor milagros con ello, aplicándolo a enfermos, teniendo milagrosa salud y otros muchos efectos; fueron los padres de este bienaventurado, el licenciado Pedro Téllez Dueñas y Dª. Isabel Bravo, personas de mucho lustre y valor en esta villa, los cuales tuvieron seis hijos varones, y los cuatro frailes Dominicos, consumados predicadores, y otros dos el uno fraile del glorioso San Francisco y el otro fraile de Nuestra Señora del Carmen. ¿Qué hijos, que tan bien supieron dejar el mundo y elegir tales Religiones, es argumento de buenos y honrados padres!

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El Padre Fray José de Santa María

Puede ser poner este santo varón entre este Catálogo de santos y virtuosos. Fue religioso Descalzo de la orden de nuestro Padre San Francisco, el cual fue natural de esta villa, hijo de Martín de Córdoba y de María de Ávila, su mujer, gente muy honrada, e hijodalgo, crióse con ellos hasta edad de trece años, dando grandes muestras de virtud, particularmente la humildad, que esta virtud la tuvo profunda, y a esta edad le envió su padre a Valencia del Cid con un tío suyo, y allí y en Alcalá gastó seis años ejercitándose en el trato de libros, y desde allí volvió a esta villa y gobernó la casa y lonja de Benito Boyer, un maestro de libros cuantioso y de mucho caudal. En todo este tiempo, aunque muchacho, siempre tuvo pensamiento de ser religioso, y su modestia y recogimiento lo demostraba apartado siempre de la compañía de otros  mancebos y frecuentando os Sacramentos a menudo, ejercitándose en obras virtuosa y de caridad con los prójimos, y particularmente con los Hospitales, donde acudía a servir a los pobres y siempre continuaba nuestro Señor en él  las inspiraciones para dejar el mundo, pues estando con intento de poner por obra estas santas inspiraciones, Martín de Córdoba, su hermano mayor, que también entendía en el ministerio de librería, le mandó fuese a la Nueva España con una gruesa cargazón de libros que él y otros mercaderes de Medina tenían para enviar a Indias; considerada por él esta ocasión, la aceptó, paraciéndole que era ocasión para ganar algo para casar una hermana que tenía, y así, con su humildad y sumisión, que siempre tuvo con su hermano, se partió para la ciudad de Méjico, donde puso su casa y tienda de libros muy grande y de cuantía. Asistió en ella poco más de un año, viviendo, no como mozo soltero, sino con mucha virtud, como siempre; pues sucedió que un día que se corrían toros en la ciudad, él estaba en su tienda leyendo un libro de devoción; tenía su casa y tienda a la salida de la plaza; soltóse un toro de ella muy bravo y base derecho a la tienda de este religioso y entróse dentro y él se recogió a una trastienda que tenía una puerta muy angosta, pareciéndole que era imposible pudiera el toro entrar, y Dios, que iba obrando sus maravillas, le hizo que entrara en ella bramando y pateando como un león, pues el virtuoso mancebo parecióle que era permisión del Señor el caso y se propuso en sí tomar el hábito de religioso porque Dios le librase de aquel peligro y dijo que al punto que lo metió se salió de la trastienda y que iba manso como una oveja, sin haberle hecho ningún mal, pudiéndolo, y toda la gente que acudió allí se admiraba de cómo pudo entrar por puerta tan estrecha, y el mancebo, considerado el caso como que no había querido aprovecharse de las inspiraciones del Señor para ser religioso, tomó el negocio tan de veras, que nunca más abrió la tienda y luego dio cuenta a un amigo de su hermano de todo lo que había negociado y le entregó toda la tienda por mucha cuenta y razón, y hecho esto se fue a la Compañía de Jesús a recorrer su estudio, donde estuvo dos años, perfeccionándose y acabados, se fue a la ciudad de La Puebla, 100 leguas de Méjico, y allí recibió el hábito de los Descalzos Franciscos el día de Nuestra Señora de la Concepción el año de 1593. Hizo su profesión el día de Santa Lucía del año siguiente; ordenóse de sacerdote y cantó su Misa, y luego la obediencia por sentirse en el celo y fervor de ir a convertir gentiles, le envió al Japón, donde estuvo corto tiempo, y desde allí le mandaron ir a las Filipinas, donde en un monasterio de su orden le dio una enfermedad, de que murió. Grandes son las maravillas de nuestro Dios y el modo en que S. M. llama a los que tienen gana de servirle. Cierto que lo que pasó por este su siervo da motivo de consideración. Padres de su Religión afirmaban ser muy gran siervo de Dios y muy celoso de las almas.

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CAPÍTULO IX

Que trata de los obispos hijos de esta patria, que ha habido

Siguiendo a estos gloriosos santos,  me mereció bien poner los hijos patriotas que han tenido méritos y letras para ser Obispos, que bástelos el  nombre para entender que todos fueron grandes servos de Dios, y pueden caminar tras los santos referidos, pues pondré por guía y patrón de todos al insigne y meritísimo D. Lope de Barrientos, el cual, y los demás que se pondrán, fueron naturales de esta villa porque lo dije de una vez.

Hijo de caballeros de mucho valor y suerte en su mocedad, era semillero de virtudes, porque siempre de niño y de mayor edad tuvo ser y gobernó de anciano, fue muy estudiante, y por su virtud y letras vino a ilustrar su persona y linaje a esta su patria, y como se verá en el título del Hospital del Obispo, que él fundó, no solamente podrá ilustrar esta repúblico, sino su Reino. Tiénese  Medina del Campo por dichosa ebn que de ella haya salido tal hijo, como fue este gran Prelado, según lo dice el título arriba dicho, que es el siguiente: “Archivo de las escrituras y privilegios del antiguo linaje de Barrientos”. Uno de los siete linajes de esta villa, cuyo fundador fue el Ilmo. Y Rmº. Dr. D. Lope de Barrientos, natural de ella, Obispo que fue de Ávila, Segovia y Cuenca y electo Arzobispo de Santiago, Canciller Mayor de Castilla, confesor del Rey D. Juan II, maestro del Rey D. Enrique IV, primer catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca, de la orden de Santo Domingo, fundador y dotador de este Hospital y del de Cuenca y de sus patronazgos y mayorazgos y de los conventos de Nuestra Señora de la Peña de Francia y de San Pedro de las Dueñas, reedificador de San Andrés el real, de esta villa; está sepultado en esta capilla, año de 1544. Sólo este título es bastante par que por él se pueda colegir y que cualquier entendimiento discurra quien pudo ser este Príncipe de la Iglesia, y por no hace agravio el Rmº. D. Fr. Juan López, Obispo de Manípoli, que ha escrito la Crónica del glorioso Santo Domingo, y en ella pone la grandeza y sabios hechos que hizo y acabó, no los he querido yo poner aquí.

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OBISPO DON JUAN RUIZ DE MEDINA

D. Juan Ruiz de Medina, fue Obispo de Segovia; sus padres fueron gente noble y de calidad; sus dotes fueron tantas, que mereció ser Prelado de una tan principal ciudad como la de Segovia; insigne letrado, y como tal, fue Presidente de la Reak Cancillería de Valladolid. Mandó hacer la capilla mayor de la Colegial de esta villa y mandó que si otra persona hiciese más que él que le diesen la dicha capilla, y por aquí sacó que no está enterrado en ella.

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OBISPO DON DIEGO DE BOBADILLA Y FONSECA

Asimismo fue Obispo de Castilmar el insigne D. Diego de Bobadilla y Fonseca, deudo de los caballeros de esta Casa. Murió en Italia en su Obispado, y su sobrino D. Uzno. (creo Urbano) de Bobadilla, a quien dejó un pedazo de la hacienda, fue por sus huesos y los trajo a esta villa, y está enterrado en la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua en la capilla de los caballeros de este nombre.

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OBISPO DON JUAN ANTOLÍNEZ Y VRICIANO

D. Juan Antolínez y Vriciano, hijo de gente principal, y muy querido de esta villa por sus buenas cualidades. Fue Obispo de la ciudad de Jovenazo en Italia, y siéndolo fue electo por Abad de esta villa y vino a tomar la posesión de ella; residióla siete años y metióse en diferencias y pleitos con los canónigos de su Iglesia, por lo cual fue a Roma a defenderlos este Prelado. Fue uno de los más celosos hijos de su patria que hasta ahora se sabe, porque se dice por cosa cierta que por defender las preeminencias de la Abadía y calidad de esta villa fue y vino a Roma más de dieciséis veces, y la última que fue a los dichos pleitos le llamó Dios y acabó su vida en la santa ciudad de Roma.

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OBISPO DON DIEGO RUIZ DE LA CÁMARA

D. Diego Ruiz de la Cámara fue Obispo de Salou y Abad de esta villa; tuvo indulto y Bula en los pontífices para hacer órdenes in témpora y extratémpora y las hizo muchos años hasta el concilio de Trento. Encióle a llamar desde Madrid Felipe II, diciendo que tenía ciertos negocios que comunicar con çel, y fue luego a verse con el Rey, el cual pretendió que renunciase la Abadía en S. M. para proveerla de su mano, y él le suplicó le dejase pensar en ello, que él volvería a besar sus manos; miróse y remiróse en el caso y aconsejóse con amigos; era persona de ánimo y de pecho. Hizo secretamente una renunciación en el Cabildo mayor del Clero de esta villa, y en enviósela para que la proveyese; volvió a besar las manos del Rey, y le dijo: -Señor, la Abadía es el Cabildo mayor de Medina del Campo quien la tiene que proveer por prescripción y tiempo inmemorial; él me la ha dado y yo se le he vuelto; ya no soy Abad; haga así S. M. lo que fuere servido. –Sintiólo mucho el Rey y mandóle que no se saliese de la corte. Era de más de ochenta años; enfermó y murió allí, y ganó una gran corona entre todos los que lo supieron.

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OBISPO DON FRAY ALONSO DELGADO

D. Fr. Alonso Delgado, de la orden del glorioso y Santo Domingo, es hoy día Obispo de Honduras, en las Indias; hijo del licenciado Fresno de Galdo, abogado en la Real Cancillería de Valladolid, natural de esta villa y sobrino del Dr. Bobadilla, que fue canónigo de esta villa, gente principal y deudos de los caballeros Bobadillas de esta villa.

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OBISPO D. FRAY SEBASTIÁN DE VRICIANOS

Fr. Sebastián de Vricianos, de la Orden del seráfico Pedro San Francisco, consumado predicador de S. M. que es hoy Obispo de Orán, es hijo de gente muy principal, y por sus méritos y cualidades a ser más premiado.

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CAPÍTULO IX

De otros personajes grandes en letras, teólogos y canonistas dignos de que se haga mención de ellos

D. Álvaro García del Rincón fue varón  insigne y Abas de esta villa y Compluto; fundó en la iglesia colegial y mayor de esta villa una capilla, que se llama de Nuestra Señora del Pópulo, que está al lado colateral del Evangelio, con cuatro capellanes parientes suyos, que habiéndolos no lo pueden ser otros, con calidad que si algún deudo suyo tuviera hijos, aunque no sea de edad, los llama para que gocen la capellanía, poniendo un sustituto; vale a cada capellán algún año doscientos ducados; sírvase por semanas y es muy buena la vida, y la capilla está reedificada a lo nuevo, con fajas de oro.

El licenciado Buenaventura de Guzmán, hijo de padres nobilísimos, porque fueron muy cercanos deudos de los Guzmanes de la casa y solar de Toral, que es en la Vega de León; fue persona tan señalada, que S. M. el Rey Felipe II echó mano de él para que llevarse a Roma el proceso y papeles del Arzobispado de Toledo D. Fr. Bartolomé de Miranda y Carranza, que, como es notario, fue negocio grave y de mucha calidad. Hizo ver y calificar el caso, y se despachó con la justicia que S. M. deseaba, y vovióse a España, en el Golfo de las Yeguas hubo una gran tormenta, de suerte que la galera en que venía dio al traste y se anegó, y él, como tan gran cristiano, animaba a morir a los que en ella iban, de manera que él y todos los que con él venían, se anegaron; tiénese por casa cierta y sin duda que si arribaran con bien, S. M. le diera el mismo Arzobispado, porque se reunían en çel todas las dotes que había de tener para merecerlo; fue catedrático de Salamanca, y de allí le promovió su Majestad como inquisidor y como tan gran letrado fió su Majestad de él en negocio grave.

El Dr. Beltrán, hijo de los caballeros de este apellido de esta villa, nobilísima descendencia y excelente letrado, estuvo en las Indias de los primitivos que fueron a ellas, y cuando se trató de hacer instituir Consejo de Indias fue nombrado por el primer Consejero de este Consejo, por tener noticias de las cosas de aquel Nuevo Mundo, alcanzó mucha hacienda y dejó un buen mayorazgo, y edificó las casas principales que están en la calle de Santiago de esta villa, suntuosas, con dos torres, que son la presente de los mayorazgos de los Dueñas, porque casó a Dª. Mariana Beltrán de Mella, su hija, con el primer mayorazgo de Rodrigo de Dueñas. Son unas casas tan principales, que por tales, cuando los Reyes pasan por esta villa, no hay otras tan capaces para su aposento como ellas.

El licenciado Freno de Galdo, de los insignes antiguos letrados de la Cancillería de la ciudad de Valladolid. No hay que alabar sus letras y cualidades, pues en todo el Reino son tan conocidos. Hermano del Dr. Bobadilla, que fue canónigo de esta villa, de quien se dirá adelante; hijos ambos de Lucas de Fresno, un hijodalgo muy principal de Medina, por todas partes gente noble, y un hijo de dicho fresno Delgado le proveyó S. M. por Obispo de Honduras, en las Indias.

Asimismo se debe hacer memoria de un caballero llamado D. Cristóbal de Quintanilla, hijo de la ilustre casa de su apellido, que fue colegial en el colegio; llevóle Dios en la flor de su edad; hubo premisas grandes, que si Dios le alargara la vida que ocupara un puesto de los buenos del Reino, porque sus cualidades, letras y virtudes iban dando grandes muestras de ello. Por el tiempo y edad del caballero, arriba nombrado, floreció en letras y virtudes otro llamado Dr. Juan de la Torre, eminentísimo varón, hijo de Francisco de la Torre, mayorazgo y regidor de esta villa. Fue catedrático en cánones en la ciudad de Salamanca; fue tan gran letrado y de tan apacible condición que entrando en las escuelas se iban todos los estudiantes tras de él, y algunas veces buscaban el mayor local para que cupiesen; sus mismos maestros se aprovechaban de él para lecciones de oposición de cánones y leyes, y los opositores, y los que se graduaban en leyes y cánones todos se valían de su gran ingenio, y era tan apreciable que a todos daba gusto. Jamás salía de su estudio y no era a decir Misa y a la visita de la cárcel a sacar presos por deudas; en esto expendía lo más del día de su renta, y estas obras pudieron tanto con su majestad de Dios, que vino a dar de mano  a todo y se entró en la Compañía de Jesús, con lo cual edificó a muchos, que por su buen ejemplo hicieron otros letrados lo mismo.

Volvió de nuevo a estudiar Arte y Teología y salió predicador consumado, y el Adelantado de Castilla, yendo a Portugal, pidió a su Provincial un Padre tal como le había menester para su confesor y consejero, y para ello señaló al dicho Dr. Juan de la Torre, y caminando llegaron a la ciudad de Yelves, donde se detuvieron algunos días por causas de muchos soldados que enfermaron, y era tanta su caridad, que se iba al hospital a curar y arreglar a los que en él estaban, de donde sacó una calentura lenta, que al cabo de seis días se le quitó, y a este tiempo le fue a visitar un Padre de su orden y le halló sin calentura, y el dijo que sin embargo se quería confesar generalmente, y así lo hizo y recibió el Santísimo Sacramento, y ese día por la tarde le llevó nuestro Señor sin tener calentura ni otro mal; señal grande de su buena vida, pues le dio el Señor la muerte tan buena y maravillosa.

El licenciado Hernando Barrientos, colegial que fue del colegio de la Universidad de Salamanca y catedrático de ella, y después oidor de la Real Cancillería de Valladolid y luego Alcalde de corte, a quien la parca cortó el hilo al tiempo que iba subiendo; varón de grande entendimiento, que se tiene por cierto fuera hoy del Consejo Supremo, porque le quiso mucho la Majestad de Felipe II; es desgraciada esta república que se le mueres sus hijos al tiempo que la posían aprovechar en algo.

E. Dr. Antonio Morejón, hijo de Pedro de Morejón, caballero del hábito de Santiago, muy gran letrado, tuvo plaza de Santo Oficio, y en el tiempo de la rebelión de Antonio Pérez, por orden de S. M. Felipe II, fue a habar al Inquisidor general de Zaragoza, y en esto y en otras cosas hizo muchos servicios al Rey, y si no le atajara la muerte fuera muy premiado; fue tan honesto que no se halla haber mirado a la cara a ninguna mujer.

El licenciado Luis de Somonte, hijo de gente principal, colegial del Colegio de Oviedo, persona de gran ingenio, virtudes y letras, y que si viviera honrara su patria, con grandes esperanzas que de él se tenían, murió en su Colegio, y el continuo estudio le acabó su vida (in Dei gratia) en esta villa.

El licenciado Ovalle, fue Presidente de la Audiencia de Santo Domingo, persona de muchas dotes y letras, el cual trabajó mucho cuando Francisco Draque aportó a aquella isla; de linaje noble y principal de esta villa.

No ilustra menos su república de prudencia y letras del licenciado Castillo de Bobadilla, que fue fiscal de la Audiencia Real de Valladolid, al cual compuso el famoso libro de la política intitulada de su nombre; fue hijo del licenciado Castillo de Bobadilla, del linaje de los caballeros de este nombre.

E. Dr. Bobadilla, hermano del licenciado Fresno de Galdo, y ambos hijos de Lucas de Freno, un hidalgo honrado de esta villa; el doctor fue un gran predicador y opúsose a una canonjía de esta santa iglesia de Medina; tuvo un fuerte contrario, que sin duda se entendió no tuviera cuatro votos; fue lección del Espíritu Santo, porque al tiempo de votar los canónigos de esta iglesia, pareciendo a cada uno que por su voto no le perdería su contrario, por descargar sus conciencias, les inspiró Dios a los más de ellos para dar un voto al doctor, por ser tan gran teólogo y predicador, y Salió con la conanjía, que todos quedaron admirados, y temiendo sin duda le llevara el contrario, residióla algunos años, al cabo de los cuales vacó en la santa ilesia de Valladolid la cátedra del púlpito, que llevó a grandes sujetos. Su hermano Fresno de Galdo paréceme que le hacía agravio en relatar sus cualidades, pues la experiencia de sus letras y ciencias nos lo ha enseñado, y ser tan notaria.

El maestro Ibáñez, catedrático de Prima de la Universidad  de Salamanca, natural de esta villa; sus dotes y letras fueron bien notorias, por haberle llevado Dios en nuestros tiempos; está enterrado en el convento de Santo Domingo de esta villa.

El maestro Sánchez, que hoy vive, catedrático en propiedad de Arte, en la antedicha Universidad, religioso de a Orden de Nuestra Señora del Carmen, persona de severidad y virtud.

El Dr. Ruiz, catedrático de prima, de Medicina, que hoy vive; natural y de parientes honrados; residente en la ciudad de Salamanca.

No se puede dejar de hacer memoria de cuatro hermanos naturales de esta villa, que todos fueron religiosos de la Compañía de Jesús; se llamaron los Acosta, todos célebres predicadores y hermanos del capitán Acosta, que en su ministerio no le llevaron ventaja; fue llamado el capitán Hernando de Acosta, que en su lugar se dirá de él; hijos de Antonio de Acosta, un hombre principal  de esta villa. Los dos hermanos pasaron a Indias y se señalaron mucho en el servicio de nuestro Señor y en conversión de las Indias y los otros dos quedaron en España, teniendo siempre os mejores púlpitos de su provincia. El uno de ellos, llamado el P. Jerónimo de Acosta, jugó cañas en esta villa muchas veces, y siendo de buena edad, al cabo de ella, le llamó nuestro señor a su santa Compañía y aunque entró en ella tan hombre, se dio a los estudios tanto, que fue de los únicos predicadores que tuvo su Religión, y mereció bien el jornal que el padre de familias dio a los que vinieron tarde; predicó muchos años en la ciudad de Valladolid, y en esta villa y en las mejores ciudades de su provincia, será bien que el lector vaya considerando los varones que están dichos, que Dios ha producido  en esta villa y los que faltan por decir muertos y los que viven hoy.

El P. Gregorio de Valencia, varón muy señalado DE LA SANTA Compañía de Jesús, hijo de Luís de Valencia Cantoral, hombre de negocios y bien nació, y él persona muy honrada, este Padre desde niño, en el estudio se echó de ver lo que vino a ser; persona de razón, entendimiento y letras, único en persuadir y por tal e tal nombre, siendo Pontífice Gregorio XIII y Clemente VIII, le enviaron a llamar para darle cargo de las dietas y disputa que los herejes de Alemania tenían, el cual lo hizo ayudado de Dios, que es a donde estriban sus esperanzas con tanta prudencia, solicitud y cuidado, que los herejes gustaban de oírlo por la linda y agradable expresión con que razonaba, fue Dios servido que hiciese mucho provecho en aquellas partes deshaciendo muchas herejías y convirtiendo muchas almas. El Pontífice tuvo notica de cuán bien lo hacía, y le enviaron a llamar, al cabo de dos años que había estado allá, para regraciarle con obras y palabras su trabajo y santa industria, acariciándole y regalándole algunos días y al cabo de ellos ya que les había dado cuenta de lo que allí pasaba, le volvieron a enviar dándole dineros a favor para los Obispos católicos y para otros principales de Alemania, y le recibían con mucho gusto con saber que iba a deshacer y desatar su mala secta y costumbres, y estaba dos o tres años trabajando y sacando malas hierbas de la viña de Dios, y volvióse a ver con los Pontífices y darles cuenta de lo que dejaba hecho que para el Padre Santo era de mucho gusto y consuelo; ocupóse este señalado varón en este santo ejercicio muchos años, al cabo de los cuales, le llamó nuestro Señor para pagarle el jornal que tan bien tenía merecido; murió en la santa ciudad de Roma, escribió sobre todas las partes de Santo Tomás y otros tratados de mucha erudición.

El P. Juan de Torres, de la santa Compañía de Jesús, nacido en esta villa, hijo de gente honrada, fue gran religioso en su Orden y gran letrado; escribió un libro intitulado Filosofía moral de Príncipes, libro muy elegante, porque se dé gracias a Dios de que esta república arroja de si tales pimpollos, que trabajan para abrir los ojos a los que tienen ignorancia de las cosas de Dios. No será de menos gusto para el lector como autoridad para esta villa, que sepan los lectores una cosa bien peregrina y es que el licenciado Pedro Téllez de Hormaza y Dª. Isabel Bravo, su mujer, personas de mucha suerte e hijodalgos de ejecutoria, tuvieron seis hijos varones, y de ellos unos estudiaron la Teología, otros leyes y cánones y a todos los llamó Dios y fueron religiosos, cuatro de ellos de la Orden de Santo Domingo, y los otros dos de la de San Francisco y de Nuestra Señora del Carmen; grandes estudiantes y predicadores a una mano todos. Y algunos excelentes poetas; ciertamente, que si se considera bien, hay harto motivo para alabar a Dios. Del uno de ellos, que se llamó Fr. Juan de Hormaza, se hará capítulo aparte, porque es sabido que en Indias ha hecho vida de gran santo, y así va; pues en su lugar se irá siguiendo el intento, y prosigue el poner aquí consecutivos los hombres eminentes que hoy viven, así teólogos, grandes predicadores, como insignes y famosos letrados, que de esta villa han salido, y otros de ingenios peregrinos, como se verá, y va el primero el prudente D. Francisco Morejón, Tesorero de la santa iglesia de Toledo, dignidad bien merecida; ya dije como fue casado  con Dª. Teresa de Villarroel, hija de un caballero llamado Gaspar de Villarroel y de Dª. Elena de Quiroga, sobrina del Cardenal Quiroga, Arzobispo de Toledo, el cual le nombró Corregidor de la villa de Talavera. Acabó su oficio con mucha aceptación y luego le nombró por administrador de las rentas de todo su Arzobispado y dentro de algunos años enviudó y el Arzobispo le dio una canonjía de su santa iglesia y en breve tiempo vacó la dignidad de Tesorero y se le dio y le gozó todo algunos años y al cabo de ellos hizo permuta de la canonjía con D. Diego Morejón, su hijo, que hoy la goza, y quedose con la dignidad de Tesorero; residió en la corte hasta que murió; es grande hijo de su patria, en procurar por ella en los negocios que se le ofrecen; no quiero hacer un discurso de su gran entendimiento y prudencia, por ser tan notorio en todo el Reino; y la heredó de Pedro Morejón, su padre, caballero del hábito de Santiago, que fue de los caballeros sabios de capa y espada que hubo en el Reino, y por tal Felipe II le envió a la ciudad de León a mudar de allí el convento de San Marcos, comendadores de Santiago, y le mudó a la Calera, cerca de Mérida y lo hizo con gran prudencia y sin alboroto, lo que pudo haber, y cesó todo por su gran gobierno. Posee hoy su mayorazgo D. Pedro Morejón, su nieto, e hijo de D. Francisco Morejón, de quien vamos tratando, caballero del hábito de Santiago, que fue paje de nuestro católico Rey Felipe III, que largos años viva.

El licenciado Baltasar Gilimón de la Mota, que fue fiscal del Consejo de Hacienda y después lo fue del Consejo Real de Castilla, y al presente es consejero del mismo Consejo; su nobleza es notoria y de las más antiguas; fueron sus padres y abuelos ascendientes caballeros hijosdalgos notorios, con nobleza continuada, de que se tiene noticias por escritura y autos positivos, y reputación asentada de más de trescientos años a esta parte; procede su abolengo de la villa de Ontiveros; un ascendiente suyo por linaje de varón, llamado Pedro Gilimón, fue armado caballero por el Señor Rey católico, sobre ser hijodalgo de sangre, procediendo información delante del mismo Rey de que era tal hijodalgo de sangre, de sí y de su padre, y abuelos y ascendientes, y afirmando lo mismo, el Rey el mismo dñia que fueron armados caballeros de la misma forma, otros caballeros hijosdalgos de muy gran calidad, especialmente D. Sancho de Castilla y Alfonso Ruiz de la Cámara. Fueron testigos jurados de la hidalguía y nobleza de sangre del dicho Pedro Gilimón y su padre, y vuelo y ascendientes, en presencia del Señor Rey católico, D. Gutierre de Cárdenas, comendador mayor de León, de la Orden de caballería de Santiago, y Gonzalo Chacón, comendador de Montiel, del Consejo de Sus Altezas y sus Contadores mayores, y Martín Coello, Camarero de la  Señora Reina católica, y Gonzalo de Ávila de Sandoval, caballeros de su casa, comendadores de la Orden de Alcántara, como todo esto consta en la escritura auténtica que hay de ellos, que pasó ante Francisco de Badajoz, Secretario de Cámara de SS. AA., y su Secretario y notario público en su corte y todos sus Reinos y Señoríos, y Escribano de su alto Consejo, fecha en el real sobre Málaga a 15 de agosto d 1487 años; siendo testigos de la dicha escritura Fernando de Zafra y Francisco de Madrid, Secretarios de S. A. y los dichos D. Sancho de Castilla y Alfonso Ruiz de la Cámara y Pedro de Idiáguez y Francisco Vera, reposteros de Cámara del sicho Señor Rey. De este se despachó privilegio en forma y se confirmó por la Reina Dª. Juana y por el Emperador Carlos V.

Hallóme con poca suficiencia para escribir sus grandes dotes y profundas letras, pues son tales, que en todos los puestos que ha tenido, ninguno lo ha hecho ventaja, y por ellas y su calidad, ocupa dignamente tan preeminente lugar, con general aprobación y satisfacción de todos estos Reinos, y juntamente se espera que será promovido a mayores dignidades; ha hecho y hace mucho por esta su Patria, porque por ser tan grandes las ocupaciones que le han ocurrido y ocurren en los oficios que ha tenido y en el que tiene, jamás ha dejado de acudir a su Patria haciendo su deber en ampararla y reparar sus necesidades y conservar sus calidades y procurar su aumento. Tiene esta república en particular, obligación a rogar a Dios por su vida y así cuando a los padres les da Dios un hijo que ilustra y ennoblece el apellido de los suyos, por haber hecho cosas famosas, ya por armas, ya por letras, se regocijan y gozan así esta patria le debe haber dado tal hijo, con los demás que se dirán.

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DON FRANCISCO Y DON ANTONIO D LA CUEVA Y SILVA

D. Francisco y D. Antonio de la Cueva, hermanos, son naturales de esta villa, caballeros hijosdalgos notorios de sí y sus padres y abuelos y ascendientes paternos y maternos; descendientes de casas y linajes tan conocidamente nobles como lo son los de su apellido o que corresponde la nobleza de los demás apellidos de sus abolengos. Tienen, además de la notoriedad, actos positivos, notorios, presentes y pasados, antiquísimos, de su calidad y nobleza, de que me consta a mí particularmente, por haber visto, y leído escrituras y papeles auténticos muy antiguos de ello. Fue Dios servido de adornarles al respecto de su nobleza y dores naturales. Felicísimos de ingenio y memoria ocupándose algún tiempo en el ejercicio de ls escuelas; leyeron y tuvieron cátedras de Cánones y Leyes; dejan este camino por seguir cosas mayores; son eminentísimos jurisconsultos, con tal general aprobación, que justamente los puedo llamar no sólo honor de su patria, pero de todo el Reino.

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LICENCIADO JUAN DE MERCADO

Hijo de los Mercados nobles de esta villa, es persona de quien se debe hacer memoria en esta Historia; gran letrado y de mucha prudencia, por lo cual la Majestad de Felipe II le hizo merced de una plaza de Oidor de la Audiencia de Panamá, en los Reinos de Perú, y estando ejerciendo su oficio en los citados, se le ofreció cierta ocasión con el Presidente y otro Oidor por lo que le fue forzoso echar mano a una daga contra ellos, hecho de medinés, que no sufren impertinencias. Súpose en la corte; mandáronle que compareciese en ella; hízolo y pudieronle la acusación; dio tan honrado descargo, que al cabo le premió S. M. y le volvió a su oficio y le mandó que primero visitase cierta provincia, en la cual visita murió, y se tiene por cierto que hubiera vuelto premiado a la vieja España.

Quise poner aquí par honra y autoridad de esta ilustre república la doctrina que cuatro hijos de sus vecinos sembraron en la ciudad de Valladolid, dará dos años en una Cuaresma, que acertaron a ser Predicadores mayores; el uno fue Fr. Cristóbal de Oballe, de la Orden de San Agustín; otro Fr. Gaspar de Herretes, de la Orden del Carmen; otro Fr. Antonio de Paredes, Agustín Recoleto, y el cuarto Fr. Cristóbal Ponciano, de la Orden de la Santísima Trinidad, todos eminentísimos predicadores, y porque el lector no me tenga por apasionado, me descargo con lo que toda la ciudad dice de su doctrina y mérito por lo que les oyeron, que yo sé que no podré encarecerlos tanto como lo harían sus oyentes. Cada uno de todos cuatro pueden predicar en la Capilla real, que este encarecimiento les puedo yo dar y no hago de más porque lo merecen. En esta villa ha predicado tres años seguidos el consumado predicador Fr. Juan de Montalvo, un caballero de los Montalvos de esta villa, con grn aceptación y mucho concurso de gente, de la orden del glorioso Santo Domingo, y en eta casa hay otros cuatro predicadores de fama. En la Compañía de Jesús al presente están otros tantos y en el convento de San Agustín hay seis predicadores, todos naturales de esta villa, sin contar con los que están fuera del pueblo, que no hay cuenta. A Dios sean dadas gracias, por todo lo que cría esta villa, por haber muy peregrinos ingenios y habilidades en todas las ciencias y artes.

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DE SIETE LETRADOS HIJOS DE ESTA PATRIA RESIDENTES EN LA CORTE

Como atrás queda dicho, de los cuatro predicadores hijos de esta patria que predicaron una Cuaresma en la ciudad de Valladolid, pondré también aquí, para que se estimen los ingenios de esta villa y de sus hijos, como en la corte de S. M. residieron siete letrados juntos, muy eminentes en su tiempo, todos nacidos en Medina, los cuales aunque son notorios, los nombraré aquí, y fueron: señor licenciado Gilomón de la Mota, y D. Francisco y D. Antonio de la Cueva, de quien va hecha particular mención; D. Baltasar de Álamos, licenciado Antonio de Miranda, licenciado Llano, licenciado Castillo de Bobadilla, que dudo yo que de ninguna patria, por grande que sea el Reino, no se dirá otro tanto, todos famosos jurisconsultos, como es notorio en toda la corte y fuera de ella, los cuales juntos, y cada uno de por sí, merecen tanto que con callar se les alaba. Paréceme que se debe de dar lauro a república que tales hijos produce y cría.

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CAPÍTULO XI

Donde se pondrán los poetas hijos de esta patria

Ya dejamos dicho y tratado de los hijos de esta noble república señalados en letras divinas y humanas; parecíame no ser justo dejar en silencio a muchos a quien el cielo infundió la gratis data poesía, hijos asimismo de esta patria, la cual en tiempos pasados fue estimada en más que otra facultad, y se tenían y estimaban los poetas en tanto, que los veneraban como a Profetas, y así lo dijo un sutil Ovidio en sus dulces e ingeniosas poesías, cuando se le apreció una diosa y le dijo que le salía al encuentro como a Profeta y a caballo. El Imperio de Grecia compitió sobre la naturaleza del famoso Homero, queriéndole cada ciudad por natural suyo para darle sepultura y hacerle simulacro. El magno Alejandro jamás dejó de sus manos las obras y de noche dormía con su libro y le ponía a su cabecera, y dijo que estimara en más ser alabado de Homero que ser señor del mundo, por tener tanta ambición de mandar. Bruto alabando la poesía, confesó que hasta los medianos poetas se habían de reverenciar. Los Escipiones honraron tanto a Eneas que le enterraron en su sepulcro por honrarle más. Tulio, príncipe de la elocuencia, defendiendo en una oración al Rey Archis, poeta, afirmó en ella que era sacrilegio castigar al mismo Rey, por ser poeta, sustentando que antes se habñia de venerar como a Dios y hombre sagrado. Virgilio, príncipe de la poesía; el ingenioso Ovidio, el heroico Lucano, dicen que la poesía alcanzará eerno renombre en muchos siglos. El artificioso Ariosto, el Veuvo, el Dante, el Tasso, Sanazaro, y en nuestra España el famoso Garcilaso, D. Diego de Mendoza Montemayor, y otros muchos, quedaron famosos por ella. El mismo Dios se aplaca y le agradamos con la poesía y se cantan en sus alabanzas sabrosos himnos y Salmos y mucho de lo que la Iglesia de Dios canta es en poesía, y la causa por que en estos siglos no está en tanta estima, sino que en cierta manera está aborrecida, no hallo ser otra, sino que naturalmente por ingeniosos, los tales poetas son envidiados y también porque en nuestra España, a poco que se conoce nuestra lengua, fascina la divina poesía, y al presente hay tantos que se precien de serlo, sin serlo, que echan a perder los que dignamente lo son y lo merecen, y porque se entienda que en nuestra república no faltan semejantes ingenios, pondré algunos de los que viven y de los muertos, que certifico parece vertió en esta república la fuente cabalina la mayor corriente de su poesía, y para que se me dé crédito y se vean sus ingenios, pondré algunas cosas de los poetas vivos y muertos, como va dicho, que creo será de gusto y para divertir al lector, y será el primero.

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ANTONIO VILLEGAS

Parecióme poner de los primeros hijos de esta patria al famoso Antonio de Villegas, que fue honrado hidalgo de esta villa, cuyo nombre e conserva en ella, por una calle que se llama el Postizo de Villegas, procediendo este nombre del apellido de sus antepasados, el cual compuso muy ingeniosas cosas, y en particular hizo en la poesía grandes obras, y no podré aquí ninguna por andar por el Reino un libro suyo intitulado Inventario de Villegas.

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CASTILLO

Luis de Castillo insigne poeta, es de los muy antiguos de esta villa, Hácese memoria de él en el Cancionero general, adonde verán cosas suyas de mucho ingenio, por lo cual no se pondrán aquí.

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TORRES

Seguirá a los dichos Juan de Torres, el cual, sin tener estudios y apenas saber escribir, tuvo particular gracia en componer autos para representar en esta villa antes que hubiese recitantes tan ingeniosos, que venían de muchas partes  a comprar sus obras para representarlas. No se puede hallar cosa suya para ponerla en este tratado.

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PEDRO DE VEGA

Fue gran poeta, en particular en componer coloquios pastoriles, que en su tiempo se practicaba mucho, y los vendía a los representantes que entonces andaban por el Reino, que fueron los primeros que salieron a recitar públicamente, y que el uno se llamó Oropesa, el otro Hernando de Vega y otro Juan Rodríguez, natural de esta villa, y como se fue cursando mucho, cansáronse en oir lo pastoril y dieron en componer comedias de historias y de ficciones, y en este tiempo salieron a recitar por el Reino Alonso, el Sevillano, Navarro, Granado y otros de estos y los demás que hoy andan.

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ORTEGA

Juan de Ortega fue secretario de número de esta villa; alcanzó mucho de la gratis data poesía, y si fuese hombre desocupado pudiera hacer muy ingeniosas cosas por ser de muy lindo entendimiento y muy leído, y no tuvo ningún estudio.

Tuvo fecunda memoria; pondré algo suyo que he hallado, para que se eche de ver lo que fue.

De una sátira que hizo contra un mal poeta que quiso poner, y puso, unas estancias en el claustro de Santo Domingo, en la fiesta que allí se celebra de Nuestra Señora del Rosario, en Agosto, pondré unos pocos versos que me dieron, principio de esta sátira:

A los que el soberano Dios del cielo
promete lauro eterno por la pluma,
salud, porque loéis mi santo celo;
el caso os contaré siquiera en suma,
que quiero que lo sepa el universo
antes que por Eteo se consuma.
Y no me respondáis porque converso
con Bárbaros, Plutones o Vulcanos
hasta que la razón os de mi verso.
¡Oh Pericies, que dais a los humanos
espíritu por donde cobran fama,
moved mi pluma con sangrientas manos!
Venid, pues, que voy do se me llama;
vuestra mengua y oprobio yo os defiendo
De quien a Cabalina y Pindo infama.

Y para una ofrenda que se hizo a la insigne Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, compuso esta octava:

Señora, si os dignáis bajas al suelo
los ojos píos al deseo ardiente,
al invencible amor de nuestro celo,
tendrá precio y valor nuestro presente,
que así aceptó lo poco el Rey del cielo
cuando ofrendaba la jadaica gente,
y Vos, el padre don de los pastores,
como el oro de Arabia y los olores.

Tiene esta devota Cofradía su fiesta principal el segundo día después de la Pascual del Espíritu Santo, donde celebran los Gozos de la Virgen, habiendo ya sentido sus angustias en el día octavo de la Candelaria, que celebra su transfixión, y habiendo hecho el Viernes Santo su disciplina, hacen una procesión muy solemne con altares y motetes, danzas y muchos regocijos. Hizo en esta fiesta una glosa sobre un pie que en aquel tiempo anda a lo profano, que decía:

Donde Vos tenéis los pies
Tiempo, fue Virgen serena,
que en el Calvario estuviste
a los pies del quien parístes,
cogiendo con suma pena
la Sangre que Vos le distes.
Pero hoy otro tiempo es,
adonde tan al revés,
según lo cuenta la historia,
que tienen mil almas gloria,
donde Vos tenéis los pies.
Quien os vio, Virgen Señora,
en una pobre casilla
merecer eterna silla,
que Dios considera agora,
no se espanta y maravilla.
Vuestro mando de haz y en ves
Sabemos que del sol es,
la luna vuestros chapines,
Y que están los serafines
Donde Vos tenéis los pies.
En la celestial Sión
Estáis, Virgen Madre nuestra,
Por la heroica virtud vuestra,
cual madre de Salomón,
sentada a la eterna diestra,
rogando Vos, Virgen pues
todo lo alcanzáis después
que os levantó a tanta alteza;
que tengo yo mi cabeza
donde Vos tenéis los pies.

A una figura de la Envidia que se quemó en esta fiesta, hizo este soneto:

Envidia fuiste siempre ponzoñosa,
que del ajeno mal vives contenta
y sólo ver los daños te sustenta
de aquesta corta vida trabajosa.
Te consume la llama presurosa,
que por tu corazón y ojos revienta,
equivalente paga y digna ofrenta
de cualquier alma , como tú, envidiosa.
No es bien que lo que alaba el Gange, el Nilo,
Con tu enconosa voz la fama pierda,
La gloria inmensa de la eterna vida.
Más, ¿quién podrá trocar tu torpe estilo?
que oficio es natural que el perro muerda
Y tú en tal fuego quedes consumida.

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FRAY ANTONIO DE HORMAZA

Este padre fue uno de los hijos del licenciado Tello de Dueñas Hormaza, todos religiosos y grandes predicadores; como queda dicho, fue muy buen poeta, como se verá en algo de lo que compuso, que es lo que sigue:

Soneto a la muerte

¡Cuán grande es tu poder, tu fuerza cuanta,
Oh triste, fiera e inexorable muerte,
Pues tu memoria, ni aún pintada, verte
Al más seguro de su vida espanta!
Pones siempre el cuchillo a la garganta
al rico, al poderoso, al sabio, al fuerte,
hasta que nueva forma al fin concierte
este mundo la ley eterna y santa.
Mas aunque eres tan fea, a nuestros ojos,
¡oh, cuan hermosos los efectos tienes,
y a cuanta paz tu guerra nos convida,
pues llevando del cuerpo los despojos,
haces que goce el alma inmensos bienes
siéndole paso de la eterna vida!

Otro soneto:

¡Cuantas veces, Señor, prometo y juro
de no mirar atrás cuando contemplo
de la salada estatua al raro ejemplo
y el tormento sin fin del reino obscurio!
¡Y cuantas que, con celo ya más puro,
miro la gloria del divino templo,
la disonancia y desconcierto templo
del apetito ciego y mal seguro!
Más luego, como aquel que se ha mirado
en un espejo terso y cristalino,
que se olvida en volviendo la cabeza,
me vuelvo al triste y miserable estado
y repitiendo el loco desatino:
es la costumbre ya naturaleza.

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DON ÁLVARO DE LUGO, SEÑOR DE VILLALVA Y FONCASTÍN

Si quisiera comunicar sus versos o tuviera gusto de esto, po pareciera encarecidamente lo que digo de los poetas e Medina. Los tiene una de las curiosas librerías que entiendo hay en el Reino, de los libros de Humanidades. Los que hubieran visto sus obras dirán lo que son, yo no he podido haber más que este soneto, que hizo en alabanza del poema heroico, que el P. Antonio Escobar, de la Compañía de Jesús, compuso en octavas, de la visa de San Ignacio, su fundador:

Soneto

Si el émulo del sol, color famoso,
rompiendo un bravo mar, ya tan rompido,
un mundo descubrió tan escondido,
preñado de la riqueza abundoso.
Tú, Escobar, por tu estilo tan copioso,
mayor admiración has ofrecido,
pues tan nuevo poema has producido,
que es part de tu ingenio milagroso.
Glorioso santo, Dios, que tanto os ama,
a la gloria esencial os acrecienta,
por gloria accidental, eterna fama,
y quí con vuestro ejemplo representa
tan viva la virtud, que al mundo inflama,
de misterios sin cuentos dando cuenta.

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FRAY FRANCISCO DE HORMAZA, DE LA ORDEN DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

Hermano de Fr. Antonio de Hormaza, de quien acabo de hablar, parecido a él, ejemplo de todos los hermanos, de los cuales en este libro hago mención, vice hoy y pondré dos sonetos que compuso, que de fijo gustarán:

Soneto:

Quedos, nevados valles, sin consuelo,
que sólo durará la desventura
lo que tardará en dar la niebla obscura
lugar a que destile el sol al hielo.
Luego os veréis, en serenando el cielo,
restituir en la primera figura,
veráse retoñar vuestra verdura
de flores y hojas esmaltando el suelo.
Pero a mí, ¿Qué me queda, desdichado,
del bien que tuve? ¡Ay, Dios! ¿Y que esperanza
puedo tener, sin norte que me guie?
No hay cosa acá que dure en un estado,
Todo cuanto hay, sijero está a mudanzas
Cerca está de llorar el que ahora ríe.

Otro mismo:

Habiéndole, Señor, tanto ofendido,
¿Cómo debo creer que estoy oyendo
mi tibio suspirar, si estoy pidiendo
perdón, y en el pecado más metido?
Remédiame, pues ves que estoy perdiendo,
sin mirar que estoy aún resistiendo,
antes que el cuerpo en tierra, revolviendo
lo pase al alma el río del olvido.
Son mis sentidos un horror eterno;
la costumbre que tengo en el pecado,
aun el poder arrepentirme impide,
habed piedad de aquel que perdón pide,
obras de hombre mortal, sólo a tí es dado,
a mi pesar, libradme del infierno.

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EL LICENCIADO ALONSO M. DEL TESO

De cuya rara memoria atrás queda dicho, era persona que acabado de oir un sermón lo ponía todo en verso latino y en romance, sin faltarle de la sustancia una sílaba. Hizo el epigrama presente, y no se ha podido hablar otra cosa suya:

Immensam mundo molem heu noble Carmen,
turtentem variis edidtis anthitetis,
conditor aeternas quo mundus scilicet unus,
multiplices vario sederet ore sonos,
sicque quo grate pro tanto muñere dignas
nocte die que canens lauderet artifici,
vértice sic coeli Carmen commilceat aures
divinas linguis indidit angelicis:
Et ne muta foret terrena machine mundo
mussarum arguto si foret orba sono,
mussarum in missit ex ethere summon,
in terram ut canerent cantica grata Deo:
sic coelk et terrae mores operossa tonanti;
agregias laudes intonate assidue,
hujus ad exemplar non frusta Eclessia Mater,
excusset nostro guture dulce melos,
instituit qui hominess humanis vocibus auras,
percutere es magni gesta sonore Dei:
taute igitur matris, tan dilecta filia nostra,
religio in laudes officiosa Dei:
magni Augustini sectans vestigia laudes,
divirtus preco scilicet elle fuit.
Edidit haec numeris modulamina sacra sonoris
queis Domino laudes nocte dieque canit.

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DON FRANCISCO DE LA TORRE

Es un caballero principal de esta villa, gran versista en latin y en nuestro idioma vulgar; veráse, por lo que aquí se pondrá, su gran ingenio:

Décima

P. Fernández Suarez de la Concha, de la Compañía de Jesús, que murió en Méjico

Fue este Fernando, celoso
del mismo cielo envidiado
y hacia él se ha trasladado
por no estar tan envidioso.
En propagar fervoroso
la fe que estaba perdida
pasaste siempre la vida
tan ajeno de este suelo,
que estando fuera del cielo
en él era tu manida.
De este fruto soberano
árbol seco en tantos años
con que remedia sus sueños
todo el Reino Mejicano.
Y viéndote tan cercano,
por débil naturaleza
que se rinde a su flaqueza,
a dar el final tributo,
das a Dios el mayor fruto
y  la tierra la corteza.
Que es en Dios natural cosa
el buscar perlas de precio,
pues las toma por aprecio
de su Sangre, tan preciosa.
Y aunque le sale costosa
perla que en tu concha está,
por bien gastado lo da,
pues saca de ella la perla,
por el gusto de tenerla,
y la concha deja acá.
Acabaste tu carrera,
como por fama se ve,
propagador de la fe,
llevando la delantera;
que la fama pregonera
es parte de tu corona,
que toda tu vida abona,
y es la gloria accidental
añadida a la esencial
con que Dios tu fe corona.

Soneto del dicho a las palabras de la consagración.

Si sólo con el son de la trompeta
Los altos montes Josué derriba,
Si con dar una voz altiva,
El curso para el veloz planeta.
Si divide las aguas el Profeta
cuando su gente de ellas más se esquiva,
si saca de la piedra el agua viva,
porque tiene su voz virtud secreta.
Dios hombre con tu gusto se conforma
a tus pocas palabras obediente,
pues baja tantas veces de su asiento,
que su voz es la forma que la informa,
y quedando en su ser el accidente,
a ser viene Pan vivo de sustento.

Otro a un amor dificultoso

Confórmase el amor como se adquiere
y no se estima en más de lo que cuesta,
En mucho si fue mucha su requesta
Y en menos cuando a menos se refiere.
Al que más estimare lo que quiere
No le canse pasar vida modesta,
que el gusto se le alcanza tanto presta
cuanto más en llegar se detuviere.
Entonces dura cuanto más tardío,
que conserva su ser en su firmeza
cuanto tiene de grafe y de costoso.
Que mucho ni se paga de vacío
ni cuesta poco llegar a la grandeza
que se paga con mérito forzoso.

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EL LICENCIADO DON FRANCISCO DE LA CUEVA

Este caballero reside en la corte; es abogado en los Consejos, como  dejamos dicho; de sus letras y peregrina memoria dígalo su fama,  que por todo el Reino se extiende, y además de lo dicho si quiere darse por la poesía, sin hacer agravio a ninguno, tengo por cierto que era tan inteligente, como el vulgo lo ha calificado. El nombre que anda vulgar es la de Lope, dijeron también llamarse Francisco. Pondré aquí alguna cosa suya para que se vea no alargo en alabarle:

Soneto:

Porcia, después que del famoso Bruto
Supo y creyó la miserable suerte
-No viviré sin ti con pecho fuerte
-dijo llorando sobre el casto luto-
Ved que las armas me escondéis sin fruto
gente enemiga de impedir mi muerte,
pues me da amor con que a pagar acierte
desta firmeza y desta fe el tributo.
trajo las brasas y aunque allá sintieron
que las de amor si amor lo permitiera
bastarán a pagar su fuerzas esquiva,
como todas a intento igual vinieton
concertándose al fin de tal manera
que la mataron por dejarla viva.

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EL LICENCIADO PEDRO AVENDAÑO

Beneficiado en la parroquia de San Facundo y San Primitivo de esta villa en la que vive, sutil ingenio en componer para maestros de capilla, y pondré aquí lo que compuso a la beatificación de la Madre Teresa de Jesús en la fiesta que se hizo en la ciudad de Valladolid, por lo cual llevó un premio de los buenos que se dieron:

Al partirse Teresa desde el suelo
a los sacros alteres Reales,
la tierra se vistió de desconsuelo
y el cielo de contento dió señales.
Más hoy que el suelo se la vuelve al cielo
con tanta gloria y resplandores tales,
las lágrimas enjuga, el luto quita,
y en gozo y en consuelo el cielo imita.
Los moradores de la patria santa
dan a la tierra el parabién, diciendo:
-Desierto suelo, estéril madre canta,
a Dios tan fértil parto agradeciendo.
El cuello humilde de la cerviz levanta
con majestad, con pompa y con estruendo,
y del pecho los límites extiende,
que mucho gozo en corto pecho ofende.
Ya como hermoso lirio has florecido
y de estéril en fértil te has trocado;
al Líbano en la iglesia has excedido
y del Carmelo la beldad te han dado.
El árbol de la vida en tí ha nacido,
Pues enterremos sumas que han hallado,
ojos y vida, manos y sustento,
el cielo, el mundo, el muerto y el hambriento.
Con el laurel pacífico y sagrado
Castilla alegre su cabeza toca,
por ver que Dios en su vejez le ha dado
un parto total, que a gozo la provoca;
con Isaac, a Sahara le ha llenado
de gozo y risa el corazón y boca;
con él se goza alegre y regocija,
que es prto venturoso auque es de hija.
Que si cobran los padres nuevo lustre,
y alcanzan nueva alegría cuando el cielo
les da algún hijo, que a su sangre ilustre,
ilustre más con su virtud y celo;
no es maravilla que Teresa, iliustre,
con su valor al castellano suelo,
pues de tan santa prueba ha sido padre
ya todo el mundo, pues, la llama madre.
Con hija, y madre de valor tan raro,
se alegra todo el orbe de la tierra,
que se alegra el labrador avaro
cuando en la troje el rubio grande encierra;
o como el vencedor ilustre y claro
al partir los despojos de la guerra;
que del bien que a Teresa Dios reparte
le cabe a todo el mundo mucha parte.
Los fundadores de los religiosos,
que como hermanos suyos la ilustraron,
dándola ricos y divinos dones
y tanto ver su aumento desearon,
hoy de sus hijos forman escuadrones
y honran en muerte a la que en vida honraron,
llegando a ver cumplido su deseo
y bien logrado aquel dichoso empleo.
Altares labra, templos edifica,
aras consagra y mármoles levanta,
toda la tierra con Teresa rica,
al mismo nombre de Teresa canta,
el buril a las laminas aplica,
versos compone y dulces himnos canta,
haciendo al aire, que veloz se mueve,
que a todas partes este nombre lleve.
Y habrá llegado a tu piadoso oído,
pastor del Tiber, este manso viento;
y de sus lenguas mil habrá sabido,
 de todo el suelo el general contento.
Beatificada por tu mano ha sido
nuestra Teresa, y fue piadoso intento,
darle postrera mano a esta pintura,
que esté como en bosquejo su figura.
Toma la pluma, soberano Padre,
escribe santa a la que ya es beata,
y el gozo universal saldrá de madre
aunque el suelo sus límites dilata;
y a nuestra santa y soberana madre,
darás con mano liberal y grata,
más gloria accidental allá en el cielo,
pareciendo otro Dios en el cielo y suelo.

Décima del dicho a la Asunción de nuestra Señora

Los serafines que están
mirando a Dios cara a cara,
de ver hoy subir tan clara
Virgen, admirados van.
Renombre de aurora os dan,
porque vuestra luz, María,
causa tan grande alegría
que ellos que le parece
que hoy en el cielo amanece
con ser siempre en él de día.

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EL LICENCIADO PEDRO DE ARGANDOÑA

Lo que se pusiera aquí del ingenio de este poeta, dará tanto gusto como lo más acendrado; es natural de esta villa, como todos los demás que aquí van puestos. Aboga en ella, y así quise poner unas décimas que hizo a la muerte de Dª. … su mujer, que se pueden estimas:

Décima:

Déjame, memoria, amarga
que me persigues de suerte,
que llamo a veces la muerte
y temo la vida larga;
pero no me dejes carga
sobre mi mayor pesar,
perdiendo un bien que tenía,
que me aflige la alegría
y descanso con llorar.
Desde aquel funesto punto
 que la parca acelerada,
dejó sin la vida amada
el cuerpo frío y difunto;
como perdí mi bien junto,
tan hallado a mal me veo
que aunque la muerte deseo,
temo su golpe cruel,
porque sólo espero de él
salir del mal que poseo.
De aquesta grande dolor,
he sacado un bien y tal,
que no espero ya otro mal,
ni siento pena mayor,
huyo el gusto y el favor,
y a tal estado he venido,
que aborrezco el ser querido
y a quien más quise desamo,
porque sólo quiero y amo
memoria del bien perdido.
Divina Doris, que el cielo
pisas con pies in mortales,
¿cómo en tanta pena y males
me dejaste sin consuelo?
Ruego a Dios que aqueste velo
rompa del cuerpo de suerte,
rue baya do puedan verte
mis ojos, alegre y ledo,
sin sobresalto ni miedo
de otra vez poder perderte.
¡Ay amarga suerte mía,
según tormentos me das,
pienso que no puedes más
y me sigues a porfía!
Penas me acaban de día
y de noche, imaginando;
los paso todas llorando
y si duermo, acaso sueño
que veo a mi amado Dueño
con la muerte agonizando.
A la mañana despierto
condenado al mismo mal,
y no sé, viéndome tal,
si estoy soñando o despierto;
hójala estuviera muerto,
que esra más feliz estado,
que no es perfecto cuidado
sufrir esta vida amarga,
que la más breve es más larga
para un hombre desdichado.
No empieza fortuna avara
cuando persigue por poco,
porque o vuelve a un hombre loco
o quita la vida cara,
hasta acabarlo no para;
más mi mal es más esquivo,
porque agonizando vivo,
y para doblar mi pena,
la suerte que me condena
me deja con seso y vivo.
Yo propio muerto me hubiera
a no conocer a Dios,
y esto menos que por vos,
divina Doris hiciera,
pero dos males tuviera
después de tan grave duelo:
carecer de Dios y el cielo,
y estando en él vos, mi bien,
perderos de ver también,
siendo todo mi consuelo.

Soneto del dicho a la muerte del católico Felipe II
 
Vine desnudo al mundo, como muero,
y recibióme en sí recién nacido,
por su Rey y Monarca obedecido,
reputado por sabio y justiciero.
De la familia de Austria fui heredero,
hijo de Carlos y por mí temido
vea el mundo lo que es, que le he regido,
y salgo de él como nací primero.
Mandé la mayor parte del ocaso,
fuí Señor de las gentes más temidas,
de la nación mayor a la más baja.
Tuve riquezas más que tuvo Midas,
y del no llevo más que una mortaja.

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JUAN FERNÁNDEZ DE LEDESMA

Este señor es un hidalgo principal de esta villa, regidor en ella; tiene muy claro ingenio para esta ciencia, al propósito de esta y de estotra, compuso este romance a nuestro católico Rey, de gusto:

Romance:

Escucha a una humilde esclava,
Rey y Señor, si gustáis,
que se precie de ser vuestra,
que aunque es llana es muy leal.
Yo soy la troste Medina,
a quien solían llamar,
en tiempos pasados, noble
por su nobleza y caudal,
y al que ua el caudal le falte
es fuerza haya de faltar
la nobleza y lo más noble
de antigua casa y solar.
Fuéme en tiempo la fortuna
 tan postrera y sin azar,
que fui envidiada de todos
por ser el primer lugar,
y agora por mis pecados
venga tan sola a quedar,
que si no me socorréis
presto mismo se verá.
¿Más qué digo? Como estoy
donde vos, Señor estáis
que sois mi Rey y Señor,
nada me puede faltar;
siempre ciudé vuestras cosas
con ánimo liberal,
porque siempre en el serviros
me procure señalar.
No permitáis, Señor mío,
pues no podéis remediar
que acabe vuestra Medina
en tan grande soledad,
porque si me desarropara
vuestra persona Real,
¿a quién tengo que acudir
Para remediar mi mal?
En este libro os describe
Ossorio mi antigüedad,
mi nobleza y mis servicios,
mi nombre, mi autoridad;
como señor, advertid,
como discroto, notad,
como padre, enterneceros
y como Rey remediad.
Pobre, sola y afligida
 siempre me hallaréis leal,
que es la pobreza crisol
do se afina la verdad.
Con esto podré serviros
y con una voluntad
hija de buenos deseos,
sin que admita falsedad.
Confieso que me he alargado,
 pero, Señor, perdonad,
que como mujer al fin
me he adelantado en hablar.

Soneto del mismo autor:

A la Santa Madre Teresa de Jesús, cuando un sarafín la pasó el pecho con un dardo

el incienso amoroso de mi pecho
vos la causa habéis sido, dulce Esposo,
por modo tan altivo y misterioso,
que muestra bien ser Vos quien lo ha así hecho.
Que haberme reducido a tan estrecho
Lazo de amor en lao tan honroso,
Es obra de este brazo poderoso,
Es donde su potencia Dios ha hecho.
Y ya a la par te entran encendidos
en un serafín a mi corazón tierno;
dejan tan endiosados mis sentidos,
que parece que ya, desocupados,
de lo finito pasan a lo eterno.

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MARTÍN DE LEZANA

Fue muy leído y de muy claro entendimiento, hizo en la poesía buenas cosas, como se verá por los dos sonetos que me hallé, porque ha mucho que murió:

Soneto:

Sueltos son ya los lazos y rompida
la cadena de amor que al cuello tuve,
la voluntad es libre, antes rendida.
La llama del amor ya es consumida
Y olvidados los pasos por do anduve;
Quebrado con las flechas que detuve;
en el pecho me hicieron honda herida.
Trocado se ha mi suerte y yo he cobrado
mi triste corazón envuelto en males
de grave sentimiento hecho pedazos.
Y aunque quedan del daño las señales,
Todo en derecho al fin, todo acabado,
Flechas, llama, prisión, cadena y lazos.

Otro suyo:

Por áspero camino, largas vías
voy caminando a paso presuroso,
entre montes y sierras congojoso,
con memorias de gusto muy vacías.
Regendo el suelo van lágrimas mías
que derraman mis ojos sin reposo,
y ardiendo mis suspiros, el furioso
viento que suena entre las peñas frías.
Mil voces por el aire son llevadas
y al alto cielo llevan publicando
lo malo que a mí fue de amor el pago.
Por todo van mis lástimas tocando
y de nadie a la fin son remediadas;
así que en vano lloro y me deshago.

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DIEGO VALDERRAMA

Al P. Hernán Suárez de la Concha, de la Compañía de Jesús, que murió santo en nuestra España, de ochenta años; año de 1608.

Décima

Concha del gran peregrino
que en ti navegó ochenta años
los cien mil golfos y engaños
del soberbio mundo indino;
ya surta el puerto divino,
vencida la naval guerra,
las áncoras tu alma aferra
dando perlas por despojos,
de la concha de los ojos,
¡adiós la concha en la tierra!

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POESÍA DE DIEGO DE VALDERRAMA

La que ha hecho este caballero se puede estimar, porque se ha criado fuera del Reino, y después que vino a esta villa, dio a conocer algunas cosas que, por tales, se pueden poner con las demás:

Amistad y fe santa me ha ligado,
De amor lascivos dardos me han herido;
amistad se querella de mi olvido,
y amor con sus deleites me ha cegado.
Muchos puede amistad y un celo honrado,
Y mucho puede amor con un rendido;
socorra la amistad a  mi sentido
y socorra el amor a mi cuidado.
Reina eres, amistad, del albedrío,
vence al amor en el conflicto estrecho,
que si vence amistad, suya es el alma.
Tierno amor, tuyo soy, no soy más mío,
Más ¿cómo si amistad vive en mi pecho
y a pesar del amor lleva la palma?

Otra del mismo autor, dedicada a la miseria humana:

En carnes vine al mundo como nuevo,
y en carnes fui del mundo recibido,
sujeto a las miserias del olvido,
de quien soy un legítimo heredero.
 Lo mismo sucedió al padre primero,
y a cuantos van y vienen y han venido,
pues nadie ha mejorado su partido
ni la mejorará por ser postrero.
Que muerde desde Oriente hasta el ocaso
las Monarquías más altas y temidas
de la nación suprema a la más baja,
grandes y ricos lleva a un mismo paso
sin permitir ventajas en las vidas;
que a todas las igualas una mortaja.

JUAN RODRÍGUEZ DE MIRANDA

Soneto de éste, estudiante en Teología, hijo de esta patria:

A Nuestra Señora del Rosario

Si Dios se cifró en Vos, ¿qué puede hallarse
Virgen sagrada de mayor ventura?
Vos soy la joya y la mayor hechura
que al mismo Dios no deja en que alargarse.
Con tal joya cualquiera puede honrarse,
pues sois carbunco que en la noche obscura
de la culpa dais luz al alma impura,
si a vuestro Nombre quiere encomendarse.
Sois la nevada y cándida paloma
que al mundo dais anuncios de alegría
 con el Rosario, que al infierno doma.
La oliva nos traéis, que al cielo envía,
y cuando el alma aquesta ramo toma,
de su diluvio la escapáis , María.

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CAPÍTULO XII

Que trata de los ingenios que esta villa ha criado en la materia de “agibílibus”

Parecióme entrar bien en este lugar los particulares ingenios en materia de agibílibus de algunos hijos de esta patria, y para que guste el lector, empezaré por uno, que dio en tirar clavos, con tanta destreza, que admiraba, porque haciendo una raya en una puerta, tiraba los clavos a ella y no faltaba uno que no diese en ella; traía clavos de muchas maneras, tiraba una vara de alguacil, y la henchía de clavos y en una vira de un zapato calzado hincaba los que quería; vedábanle  no fuese a los montes, porque no dejaba conejo. Yo le vi estando un serrano maderero, con su caballo largo, arrimado a una puerta, al cual tiró seis clavos, que le clavó los cabellos en la puerta sin que lo sintiese, y cuando se quiso ir vio que le tiraban de los cabellos  y no supo quién. Causó harta risa; fue ingenio que no se ha oído decir otro semejante. Viven hoy muchos que lo conocieron y era persona principal, hijo de uno de los Mercados nobles de esta villa, que hoy día viven hartos parientes suyos.

Hubo otro tirador de arco, que en aquel tiempo se usaban mucho, tan diestro, que jamás tiró a ninguna ave que lo le acertase, y a muchas que iban volando. Y en una pared yo vi pintado un león con los bodoques que tiraba, y eran colorados y le dejaba señalados con ello, y de esta manera la formaba, y hacñia cuanto quería del arco; llamóse Bernabé Quero, fue maestro de niños.

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EL LICENCIADO DAMIAN DE HERRERA

Era famoso médico, y por su persona y ciencia se puede poner en esta historia; puede tomar el pulso a cualquier Príncipe, tiene para todo grande ingenio y en particular para cortar de tijera, cosas que se ven y parecen imposibles, porque además que corta labores para sacar de ellas curiosas figuras y cosas tan sutiles que, por serlo tanto, se han enviado a la santa ciudad de Roma y se han estimado con extremo, y lo que pasa de raya, que corte una montería en espacio de una uña del dedo pulgar con una mano, en que hay hombres, árboles, perros y caza, que admiro verlo; tiene para otras cosas muchas gran ingenio.

Asimismo hubo en esta villa un licenciado, que se llamó Tesso, al cual acababa de oir un sermón, y yéndose a su casa lo ponía todo en verso latino y en nuestro romance, sin faltar en él una razón si una sílaba de todo lo que se había predicado; a todos los que habían oído, leído el sermón, y veíanlo traducido, les admiraba la fluente memoria, digna de ser celebrada.

También quise poner aquí, aunque es cosa propia, un hijo del autor, fraile Francisco, que sin enseñarlo, dibuja muy bien y tiene muy lindo ingenio para cualquier pulideza y curiosidad; hace figuras en barro, como si fuera un escultor, y las hace cocer en horno apropósito, y en su celda tiene algunas  figuras curiosas, y en particular un Niño Jesús, dormido en su camita, que e puede ver por cosa curiosa, todo de su ingenio; sin ser enseñado, como tengo dicho. Hace manecillas de libros y Breviarios de iglesia.

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[1]NOTA NECROLÓGICA.- Al terminas este segundo libro de la HISTORIA DE MEDINA, día 17 de Diciembre de 1903, ha ocurrido la inesperada muerte de nuestro bueno y querido amigo el presbítero D. Isidoro Sanz Méndez (q.e.p.d.). Medina a perdido con él uno de sus más entusiastas hijos, un muy caritativo protector, y pálido resultará cuanto yo pueda decir en su eligio. Nació D. Isidro en Medina del Campo el año 1839; fue hijo de D. Miguel Sanz, natural de La Seca, provincia de Valladolid, y de Dª. Concepción Méndez, de Medina del Campo.

Sería tarea larga el citar las obras de caridad de este ilustre y tan piadoso presbítero. Entre otras cosas notables, recuerdo la fundación en Medina de un colegio de párvulos para niños pobres de ambos sexos, edificio que levantó y dotó con esplendidez y proveyó de mobiliario. Puso este colegio bajo la dirección de las Rdas. Madres Jesuitas, con la advocación del Patricarca San José y de Santa Regina. En la Colegiata, o iglesia de San Antolín, llevó a cabo una costosa obra de drenaje o saneamiento, para evitar la humedad de la parte del edificio que mira a la calle de la Carpintería, cruzando con el desagüe de la zanja, al través de la iglesia hasta la plaza Mayor; entarimando asimismo dicha Colegiata. Hizo costosas reformas en la misma iglesia, en la capilla de las Angustias, regalando a la santísima Virgen un precioso manto. Contribuyó en gran manera a la reedificación del convento de Padres Carmelitas, después de socorrerlas con esplendidez, costeó las glerias para sus enterramientos, lo cual hizo tanbién en el convento de Santa Isabel, al que donó, además, ornamentos y vasos sagrados. En el convento de las Reales costeó también las obras de entarimado, blanqueo y otras muchas y también socorrió frecuentemente a las religiosas de Santa Claras, repartiendo cuantiosas limosnas para reparación y arreglo de algunos templos, entre otros, el del Campillo de Medina, que reparó y libró de un hundimiento inminente, extendiéndose en caridad y otros muchos monasteriory obras piadosas, que honrarán su piedad y memoria. Embalsamado su cadaver fue trasladado a Medina el día 20 de dicho mes y sepultado en la Colegial, en la bóveda de la capilla de Santa Regina, donde había hecho notables reparaciones, y preparado enterramiento para su hermana Dª. Regina y dichos sus padres, cuyos restos trata de reunir en la mencionada capilla su respetable y antigua servidora de la familia, y alcual heredera, Dª. Sabina Martín García, la cual, con un rasgo de generosidad que la honra, se ha apresurado a suplicarme que continúe la publicación de esta Historia que desea ver concluida, en cumplimiento de la voluntad de su señor, y alabanza o enaltecimiento de Medina.

Al hablar de D. Isidro días antes de su tan rápida enfermedad, de los recuerdos gloriosos de Medina, pensando yo en lo valioso que había de serme su feliz memoria, y eficaz cooperación para anotar la Historia de tan distinguida villa, ¡quién pudiera sospechar que había de coger la pluma tan en breve para escribir esta nota, y rendir este recuerdo triste de admiración y cariño al ingirne medinense y cariñoso cuanto buen amigo!

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